José Escaich
La semana pasada estaba viendo un programa de televisión. Concretamente “Callejeros viajeros”. Se trata de un programa en la cual un cámara va visitando diferentes lugares del Mundo y relata experiencias cotidianas del lugar.
En esta ocasión estaba en Brasil, en un barrio de favelas e iba acompañada de un chico de color que vivía en las favelas. El chico era agradable y se le veía muy buena persona, con ganas de poder ayudar a la gente de la zona a prosperar, pero sin la voluntad de salir del lugar en el que nació y creció. Esto me atrajo, porque la respuesta políticamente correcta era decir que su sueño era salir del lugar y vivir de forma acomodada en otro sitio. Y eso, no era su primera prioridad. “Aquí tenemos un chico majo con buenos valores”. Pensé. A veces me emociono cuando veo comportamientos humanamente tan admirables.
El reportero acompañó al chico a la favela de su familia. La pared exterior era de ladrillos sin rebozar, las maderas están gastadas por el tiempo, las puertas eran de cortinas, las televisiones aprovechadas de otros sitios al igual que las camas y los muebles. La imagen era muy humilde, pero… ¡Acogedora! Todo era sencillo pero limpio y ordenado. Era un hogar muy especial. Fue presentando a sus familiares: su hermano (sonrisa agradable en su rostro), su hermana (sonrisa y risas), su primo (otra sonrisa), su abuela (más sonrisa), su perro (saltos de alegría)… Algo flotaba en el ambiente que era especial. “¡Qué interesante de ver estas personas viviendo en este sitio, compartiendo cama, compartiendo espacios pequeños,…pero que contentos que están! Yo quiero un poquito de su alegría”, me dije.
Finalmente el chico presentó a su madre. Una mujer joven. Cuento que apenas debía de tener más de 35 años. Como no, saludó a la televisión con una bienvenida cálida y amable…y por supuesto con la sonrisa marca de la casa en su rostro.
¿Le puedo hacer una pregunta?- le solicitó el reportero.
Sí, claro.
¿Que le gustaría tener si pudiera tener lo que quisiera?- formuló la pregunta deseada.
Pensé que hasta era normal que delante de la vida humilde de esta familia se le preguntara sobre el tema.
¡NADA!- sorprendió la madre.- Solamente pido a Dios que nos dé salud a toda la familia. Mire tengo mi propia casa y es linda, mire mi marido que cariñoso y lo mucho que me quiere, mire mis hijos son hermosos y buenos chicos, mire mis padres lo contentos que están. Sabe, soy feliz con la vida que tengo y no creo que exista nada que pueda mejorar mi felicidad. Soy muy feliz con mi vida!
Han pasado días y ese reportaje me viene la mente de forma continuada. Pensé en la pirámide de Maslow, en la pirámide de la motivación. Y pensé…Esta mujer está en la cima de la autorealización. Lo que decía es que era feliz, que estaba totalmente realizada y que su vida le encantaba. Mientras que seguramente mucha gente la hubiera colocado en la parte inferior de la pirámide porque hubiera percibido que apenas tenía las necesidades vitales cubiertas.
Es que esta persona no pensaba en ser alguien por tener sino ser alguien por ser como era.
Mejor ser que desear tener. Ya que si tu vida está en el lado del “tener” el problema es que nunca vas a tener suficiente y que por mucho que tengas siempre habrá alguien que tendrá más… En cambio si estás en el lado de ser, eso nadie lo va a copiar, ni tendrás que competir con nadie…porque ser, ser solamente existe un ser como tú mismo.
Piensa que alguien en una humilde favela de Brasil tiene una vida inmensamente feliz, con una familia unida y que cada día da gracias a la vida de tener la suerte de ser como son.
Fuente: http://escaich.blogspot.com
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