Cuando buscamos algo, nos ayuda mirar en el lugar correcto.
Buscamos muchas cualidades: amor, seguridad, paz, sabiduría, buena salud y mucho más. Tal vez nos sintamos compelidos a ir en busca de esas cualidades en el mundo, pero hacerlo es infructuoso. Lo que buscamos puede estar muy cerca, mas no está en el mundo.
Según una antigua leyenda hindú, los dioses querían ocultar la divinidad de la humanidad. Los dioses se reunieron y discutieron dónde podría ser escondida esta “joya inapreciable”. Un dios sugirió el pico más alto, pero se determinó que alguien podría encontrarla allá. Otro dios sugirió las profundidades del mar, mas se concluyó, también, que ese lugar sería explorado con el tiempo. Finalmente, se decidió que nuestra divinidad sería puesta donde no pensaríamos buscarla: dentro de nosotros. Y así se hizo, nos dice la leyenda.
Una vida espiritual comienza en serio cuando comienza el viaje interno. Para los seres humanos que siempre han creído que el mundo contiene los tesoros que satisfacen, la idea de un viaje interno puede parecer rara; sin embargo, la simple lógica nos dice que debemos buscar donde la “cosa” puede ser encontrada.
Mira a tú alrededor y declara: No veo nada que pueda satisfacerme, porque el reino de los cielos está en mí.
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