La práctica conduce a la perfección. Ese familiar proverbio encierra una de las grandes leyes de la naturaleza humana, la cual – como es una ley – nunca , bajo ninguna circunstancia, se viola.
Para ser hábil en cualquier campo, es preciso practicar. Sencillamente, no hay logro sin práctica, y mientras más se practique, siempre que se haga inteligentemente, mayor será la pericia y más pronto se obtendrá. Eso se cumple en el estudio de la música, de un idioma, cuando se aprende a nadar, a patinar, a esquiar, o a volar. Se cumple en todo aspecto imaginable de la actividad humana. La práctica es el precio de la pericia.
En la vida comercial, y en cualquier clase de administración o dirección ,la experiencia es la forma que adquiere la práctica, una vez más es la práctica la que conduce a la perfección. De ahí que, si otros aspectos son iguales, se suele escoger a una persona mayor para puesto de responsabilidad y no a una persona más joven.
En la metafísica, los efectos de esta ley son particularmente impresionantes. El control del pensamiento es, por completo, cuestión de práctica inteligente. Y la verdadera religión puede muy bien resumirse como la Práctica de la Presencia de Dios. Pero observen que he dicho una práctica inteligente. Forzar algo con violencia no es práctica inteligente, al igual que no lo es la lentitud monótona.
La práctica es el secreto del logro. Podemos parodiar a Danton y decir: ¡ Práctica! ¡Y más práctica! ¡ Y todavía más práctica!
“Poned la palabra en práctica, y no os contentéis sólo con oirla”. Santiago 1|22.
Emmet Fox
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