- DEBO ACEPTAR que agradarle a alguien hoy no garantiza el agradarle mañana. Y eso no tiene por qué ofenderme si lo acepto…
Si acepto que a veces las personas no pueden dar más. Si acepto que quien esté conmigo tiene derecho a no estarlo, y a que yo ya no le guste. Si acepto que quien amo, tiene derecho a tomar sus propias decisiones, aunque a mí no me satisfagan.
DEBO MEJORAR mi amor propio…
- Para que la partida de quien quiero no me haga sentir despreciado, humillado o rechazado.
Para no ser tan sensible al abandono. Para no terminar creyendo que me dejaron por feo o por tonto, y poder aceptar que simplemente funcionó el tiempo necesario. Para no arrastrarme poniéndome de alfombra a los pies de nadie.
DEBO RECORDAR que a veces, lo bueno se obtiene esperando y presionando se arruina. Por eso es necesario tener paciencia, esperar tranquilamente y RECORDAR…
- Que la impaciencia es producto de un impulso emocional, el cual tal vez pronto pasará.
Que la impaciencia asfixia a quien está conmigo. Que la presión se puede convertir en irrespeto. Que tomar una decisión mientras estoy impaciente es peligroso, porque estoy influido por un estado emocional extremo y pierdo toda objetividad, ahí no va mi verdad, sino mi impulso, mi compulsión, y podría hacer algo de lo que me arrepienta. Además, si soy paciente no veré la espera como sufrimiento.
DEBO APRENDER a no ser posesivo. Que alguien se marche no es perder una pertenencia que me gustaba mucho. Mi pareja no es mía, es prestada, y “su dueño” tiene derecho a llevársela cuando desee. Y aunque “ser dueño” de alguien brinde más seguridad que tenerlo prestado, debo entender que eso es una ilusión. Aunque la crea mía, no lo es, por lo tanto…
No puedo decidir sobre la vida de quien esté conmigo. No puedo esperar que actúe sólo de acuerdo a mis deseos. No debo controlarle, manipularle, adueñarme de ella, ni decidir su destino. No debo reclamarle a la vida por hacerme devolverle lo que me prestó.Pero sobre todo… DEBO APRENDER… QUE NUNCA DEJARÉ DE APRENDER, y mientras continúo aprendiendo, debo permitirme vivir y sentir.Y ahora, que me empiezo a recuperar de los dolores sufridos gracias a ni siquiera haber aprendido que aún queda mucho por aprender, lo único restante por hacer es, en medio de unas cuantas lágrimas, tomar un gran suspiro y decirme a mí mismo…¡Bueno amig@…volvamos a empezar!
Texto extraído del libro: “Extrañando a Dina”
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