miércoles, 2 de marzo de 2011

EL AMOR ECHA FUERA EL MIEDO


por Martha Smock
Creo que el miedo se conquista por medio del amor. “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor” (Jn. 4:18). No podemos temer lo  que amamos.
Si le tienes miedo a algo o a alguien, dirige tu atención a lo que amas en vez de abrigar el pensamiento de miedo. Las siguientes meditaciones pueden ayudarte en la quietud de la oración:

Dejo que el amor eche fuera el miedo a la enfermedad.

Amo la idea de la vida. Me enamoro de la vida. Pienso en vida y hablo de vida. Me veo lleno de vida, la vida misma de Dios.
Amo, alabo y doy gracias por la vida de Dios que es mi vida —la vida de Dios que me sana, me restaura y me renueva.
Con pensamientos y sentimientos de amor —amor a la vida, amor a la idea sanadora— dejo ir mis pensamientos de enfermedad y miedo. Amo a la vida y expreso la vida de Dios de manera radiante, maravillosa y poderosa.
Dejo que el amor eche fuera el miedo a la soledad.
Amo mi vida. Amo el lugar que llamo hogar. Me encanta saber que nunca estoy solo, que Dios siempre está conmigo. Doy amor y me siento rodeado y envuelto por el amor de Dios.
Puede que esté solo, pero nunca siento soledad. Pienso en mis seres queridos con amor, bien se encuentren cerca o lejos de mí. Oro con amor por la gente que guardo en mi corazón y por el mundo. Me siento parte de la gran y maravillosa familia de Dios. El amor me une con Dios y con todos los hijos de Dios.
Dejo que el amor eche fuera el miedo a la escasez.
El amor reemplaza los pensamientos de pobreza. Me encanta saber que soy el hijo rico de un Dios rico. Amo el trabajo que debo hacer. Amo y alabo a Dios como mi recurso confiable e infalible. Amo el fluir de pro­visión que no tiene límites. Amo, utilizo y expreso los talentos y habili­dades con los que he sido dotado. Amo el sentimiento de éxito y satisfac­ción que tengo por mi confianza en Dios. Me encanta la idea de que mis necesidades diarias son satisfechas y que mis futuras necesidades también serán satisfechas. Expreso amor y dejo ir los pensamientos de escasez. Expreso amor —el amor de Dios que prospera— y comparto voluntaria y libremente con los demás.
Dejo que el amor eche fuera el miedo al fracaso.
Bendigo las oportunidades que se me presentan. Amo los retos que me hacen pensar y esforzarme más. Amo el espíritu de fe y valor que impide que el miedo me domine.
Me gusta sentir que soy poderoso espiritualmente por el poder que me da el Cristo morador y que es mío cuando actúo con valor y sigo adelante con fe. Me encanta la seguridad que siento cuando escucho que "el silbo apacible y delicado" en mí me dice que puedo triunfar.
Dejo que el amor eche fuera el miedo a la gente.
Expreso amor hacia todos y atraigo el amor de todos.
El amor —amor divino — nunca desconfía ni debo desconfiar de él. El amor —amor divino— nunca maltrata ni es maltratado. El amor siem­pre produce armonía. El amor rompe las barreras de la timidez o de la falta de comprensión. El amor no es abrumado por la personalidad. El amor ve lo mejor en los demás y lo revela. Voy al encuentro de la vida y de la gente con un espíritu amoroso, y la vida y la gente responden con calidez, amistad y amor.
Dejo que el amor eche fuera el miedo al cambio.
Pienso en el cambio, y mantengo este pensamiento positivo: ¡Amo el cambio! El amor me asegura que Dios me acompaña en todo cambio. En toda condición o circunstancia cambiante, el amor revela algo nuevo y gratificante. Doy la bienvenida al cambio con amor, y me siento bende­cido, enriquecido y lleno de felicidad.
Dejo que el amor eche fuera el miedo al miedo.
El amor echa fuera el miedo irracional. ¡El amor echa fuera el miedo al miedo mismo! Recuerdo que Dios me ama. ¿Qué hay que temer? Dios es amor y Dios me ama.
“Ni la muerte ni la vida … ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios” (Ro. 8:38-39).
Voy al encuentro de la vida y del amor de Dios sin miedo, sabiendo que Dios me ama y que nada ni nadie puede separarme de Su amor.
“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor.”

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