Cuando nos preocupamos por alguien queremos darle todas las respuestas, protegerlo de algún daño y mostrarle cómo puede ser más feliz. En esos momentos, nuestras palabras caen con frecuencia en oídos sordos ya que no puede haber coerción cuando nos referimos al crecimiento espiritual y personal.
Si realmente te preocupas por alguien, ámalo por lo que es en este momento. Permítele cometer errores y crecer a su propio paso.
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