Nasrudín y su amigo estaban sedientos y se detuvieron en un café a beber algo. Decidieron compartir un vaso de leche.
—Bebe tu mitad primero, dijo el amigo, pues aquí tengo sólo un poco de azúcar, lo necesario para uno, y la agregaré a la parte que me corresponde.
—Agrégala ahora, dijo el Mullah, y yo beberé únicamente la mitad.
—Por cierto que no. No hay azúcar más que para endulzar medio vaso de leche.
Nasrudín se dirigió hasta donde se hallaba el dueño del café y regresó con un paquete grande de sal.
—Buenas noticias, amigo, beberé primero, tal como acordamos; y quiero mi leche con sal.
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