Nasrudin y su esposa estaban sentados, una noche, en un banco en el parque.
Sin percatarse de ellos, un hombre joven y su bella novia se sentaron justamente en el otro lado del seto.
Casi inmediatamente, el joven comenzó a hablarle de la manera más amorosa imaginable.
—Él no sabe que estamos aquí sentados. Da la impresión que pronto va a intentar proponerle matrimonio, le susurró al Mullah su esposa. Creo que debes toser o algo así y advertirle.
—¿Por qué debo hacerlo?, rezongó Nasrudin, a mí nadie me advirtió
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