-Abuelita, ¿por qué siempre me dices que el tiempo es oro?
La activa anciana de un salto se quitó el delantal, puso el abrigo a su nieto y lo llevó de la mano a la calle.
-Quiero enseñarte un lugar de este pueblo para que aprendas algo.
-¿Una librería?, ¿una escuela?, ¿un cine?… – preguntaba el pequeño a cada esquina.
-Espera, ya llegamos.
Abuela y nieto se acercaron a una plaza llena de ancianos y enfermos que se agrupaban formando una ordenada fila. Todas ellas llevaban maletines o bolsas grandes que agarraban fuertemente contra el pecho.
-¿Qué llevan dentro, abuela?
-Dinero, joyas, objetos valiosos… Acércate al inicio de la cola y lee lo que dice el letrero del establecimiento.
Como pudo, de puntillas y casi deletreando, el niño leyó en voz alta: “Departamento de tiempo perdido”.
-Observa y reflexiona sobre el valor del tiempo cada día de tu vida, y no cuando hayas agotado todo el que has tenido disponible.
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