Los profesionales saben lo que hacen, controlan todos los aspectos de la situación a la que se enfrentan. Los amateurs no.
Nadie es profesional ni amateur en todo lo que hace. Aspirar a estar constantemente en cualquiera de estos polos sólo nos lleva al narcisismo o a la dependencia, y ninguna de las dos opciones es positiva.
Tampoco es saludable ser amateur en algo y pretender pasar por profesional, ya que el fracaso está asegurado y el sufrimiento de aquellos que amas te hará sentir más culpable todavía.
Pongamos un ejemplo. Llamamos ludópata a aquella persona que es adicta al juego, pero nunca se nos ocurriría llamar ludópata a un jugador profesional de poker. ¿Por qué? Porque gana dinero con ello, no sufre y sí, es un profesional. Por tanto, quien es tratado de ludopatía es un amateur, es alguien que aspira a ser profesional del juego pero no obtiene ningún beneficio, pierde, y sufre, y provoca sufrimiento en los de su alrededor.
Por tanto el tratamiento psicológico irá destinado a que la persona asuma su condición y abandone la idea de ser profesional de algo que está lejos de ser.
Tal vez si asumiésemos nuestros límites y aceptásemos aquellas áreas en las que somos amateurs, viviríamos con menores complicaciones.
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