Soporten con fortaleza tanto las pérdidas como el dolor; traten de encontrar los medios de alcanzar la felicidad y la realización.
36 Asuman el silencio cuando la ira se introduce en su conciencia, o recuerden el Nombre de Dios. No traten de recordar cosas —y sobre todo sentimientos— que enardezcan la mente.
37 A partir de este momento eviten todo mal hábito. No retarden ni pospongan esto. Tales hábitos no contribuyen en lo más mínimo a la alegría.
38 Traten, hasta donde sus medios les permitan, de satisfacer las necesidades de los pobres, quienes en realidad son manifestación de lo Divino. Compartan con ellos cualquier alimento que tengan y háganlos felices.
39 Evita hacerle a los demás todo aquello que tú pienses que ellos no deberían hacerte.
40 Arrepiéntete con sinceridad de los errores cometidos por ignorancia; procura no volver a incurrir en ellos. Eleva oraciones a Dios a fin de que te bendiga con la fuerza y la valentía necesarias para que te aferres a la senda correcta.
41 No permitan que se les acerque nada que destruya vuestro anhelo y entusiasmo por Dios. La falta de este anhelo verdadero y vehemente retardará el progreso.
42 No cedas ante la cobardía; no abandones la bienaventuranza interior y la confianza.
43 No te hinches de orgullo cuando los demás te alaben; no te sientas abatido cuando te culpen.
44 Si surge una disputa entre tus amigos no los enardezcas aún más. Al contrario, trata de restaurar su amistad con amor y simpatía.
45 En lugar de buscar defectos en los demás examínate a ti mismo para encontrar tus propias fallas que necesiten ser corregidas. Es mucho mejor desarraigar las propias fallas —si las tienes—, que descubrir cientos de ellas en los demás.
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