Después de cuarenta días de diluvio, Noé pudo salir del arca. Descendió lleno de esperanza, pero afuera no encontró sino muerte y destrucción.
Noé clamó al cielo:
“Dios Todopoderoso, si tú conocías el futuro, ¿por qué creaste al hombre? ¿Solo para tener el placer de castigarlo?”.
Un triple perfume subió a los cielos: el incienso, el aroma de las lágrimas de Noé y el perfume de sus acciones. Entonces Dios respondió:
“Las plegarias de un hombre justo siempre son oídas. Te diré por qué hice esto: para que entiendas tu obra. Tú y tus descendientes estaréis siempre reconstruyendo un mundo que vino de la nada, y así dividiremos el trabajo y las consecuencias. Ahora somos todos responsables”.
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