Cuando la persona no siente ningún límite entre si misma y el ambiente que le rodea, cuando siente que es una con él, se dice que está en confluencia con el ambiente.
El confluente vive confundido, no sabe qué quiere, no sabe qué siente, no ve la diferencia entre él y el resto del mundo. No sabe hasta dónde llega ella misma y dónde comienza el otro.
En la confluencia no se produce el habitual ciclocontacto-retirada, mediante el cual el individuo mantiene una relación sana con el medio. No se da cuenta del límite entre sí mismo y los demás, no puede hacer un buen contacto con ellos. Tampoco puede retirarse de ellos. Ni siquiera puede contactarse consigo mismo. Perls explicaba este mecanismo como “una perturbación en la zona de contacto”.
Cuando el confluente dice “Nosotros” es imposible saber de qué está hablando, si de sí mismo o del resto del mundo. Ha perdido completamente el sentido del límite.
Eran dos amigos inseparables. Un día conocieron a una bellísima cantante, una mujer deliciosa y fascinante. Ambos se enamoraron de ella y pasaban los días encantados a su lado. Transcurrieron meses de una satisfactoria y plena relación con la cantante, permaneciendo los tres muy dichosos durante todo ese tiempo. Pero un día ella les comunicó que tenía que partir, pues le habían ofrecido un contrato para cantar en otro país. Se despidió cariñosamente de los dos hombres y partió.
Entonces uno de los amigos dijo:
– Estoy verdaderamente desolado. No podré vivir sin ella. Siento una angustia terrible e insuperable. Y tú, ¿qué tal estás?
– Bien, muy bien; sereno y ecuánime.
– ¿Cómo es posible? Yo me estoy muriendo y tú estás bien. Acabas de perder una mujer maravillosa y no te sobrecoge.
El amigo dijo:
– Razona unos instantes conmigo. Antes de que esa fantástica mujer apareciera en mi vida, yo me sentía bien. Ella ha sido un regalo del destino. Vino y la disfruté intensamente, amando su cuerpo y su alma. Mientras ella estuvo aquí no dejé ni por un instante de sentirla en lo más profundo de mí. Pero ella ha partido y yo vuelvo a estar como me encontraba. Me siento bien, como antes de que apareciera. Tal vez incluso mejor, por la dicha de haberme topado en la vida con alguien así. El destino la trajo y el destino se la ha llevado de nuevo. La he amado sin aferramiento.
FUENTE: PSINERGIA
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