En la tribu de los Wiza, para que los jóvenes pudiesen ser considerados adultos, debían pasar por una serie de pruebas determinadas por el consejo de ancianos de la comunidad.
Primero, debía responder una pregunta: ¿Por qué quieres crecer? Las respuestas más comunes eran, para cazar, tomar mis propias decisiones, para poder participar en los trabajos grupales de la comunidad.
Después al final de la conversación el jefe de la tribu le mostraba al joven un arco, un cinto, un cuchillo y un juguete de su infancia. Esa prueba era para probar si estaban abandonando la infancia. Le preguntaba: ¿Cuál quieres dejar?
Un buen día le tocó al joven Uruchi, quien ya había cumplido la edad para presentarse ante el Consejo de Ancianos. Era un joven muy querido por la comunidad, que siempre andaba con las manos llenas de barro y que le gustaba trabajarlo con agua. Además tenía la peculiaridad de andar siempre sonriente y hacer reír a todos.
Le presentaron los tres objetos de la prueba. Entre ellos estaba su juguete favorito: un oso de madera tallado por su abuelo. De inmediato lo tomó y dijo: ¿Por qué lo han sacado de mi choza?
El miembro mayor del Consejo de Ancianos, lo felicitó por haberlo reconocido y le preguntó si estaba dispuesto a dejarlo. Uruchi contesto que no. Se hizo un gran silencio. Uruchi se puso de pié frente al jefe y mirándolo directamente a los ojos le dijo que no pensaba dejar ese oso, pues era un regalo de su abuelo a quien amaba y respetaba. Lo apretó contra su pecho y salió corriendo de la choza.
Pasados algunos los días, Uruchi se presentó nuevamente en la choza del Consejo de Ancianos. Le enseñaron el arco y el cuchillo y le preguntaron qué representaban esos dos objetos. A lo que contestó: trabajo comunitario, instrumentos de caza y sustento para la familia.
El jefe reconoció el merecimiento de sus expresiones y pasados los años Uruchi se convirtió en un gran jefe respetado por la comunidad. El oso de madera fue su compañero en grandes batallas. Nunca tuvo miedo de decir la verdad.
Para alcanzar la plenitud de la madurez nunca hay que dejar atrás lo que somos y lo que fuimos. Aquello que recibimos en la infancia son nuestros recuerdos, y con el correr del tiempo hay que acumular experiencia para poder decir quiénes somos.
Cuento Argentino, enviado por un lector
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