Habitualmente, reaccionamos de una manera mecánica, automática ante las situaciones de nuestra vida diaria.
Queremos que las cosas sucedan como y cuando deseamos, pero la vida es imprevisible, y las cosas son como son, no como queremos que sean.
A veces, no podemos cambiar las situaciones; pero si podemos cambiar nuestra interpretación de lo que nos sucede. Ante lo que nos ocurre, tenemos dos opciones; podemos elegir entre una actitud de apertura o aceptación, y otra de no aceptación o negación, de resistencia. Resistirse, significa que la mente dice "no" a lo que pasa, por no coincidir la situación con las expectativas que teníamos en mente.
La falta de aceptación, nos conduce al dolor, al resistirnos inconscientemente a lo que es, dejando que la mente dirija nuestras vidas.
Cuando mayor es el grado de resistencia a lo que nos sucede en el presente, mayor es la intensidad del dolor que padecemos; y el grado de resistencia, dependerá de qué fuerte sea la identificación con la mente.
Sucede que, cuando atravesamos una situación que nos resulta desagradable, la mente se resiste al ahora, al presente porque la experimenta como una amenaza, ya que la mente necesita tenerlo todo controlado.
Hay que tener en cuenta que la mente es un instrumento muy útil para funcionar en el mundo de las formas; pero cuando ésta nos domina, genera dolor y sufrimiento.
Como dice Chuang-Tsé: "El que quiere vivir el placer sin dolor, y el orden sin desorden, no entiende las leyes del cielo y la tierra."
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