Realmente el tiempo es una ilusión que se esfuma cuando tratamos de atraparlo. Una fantasía demasiado delicada para tratar de apresarla en un reloj. Una categoría que se desvanece al querer retenerla en el corazón por más dilación que un ahora en presente.
Tratamos de tenerlo todo lo más rápidamente posible. Nos urge la prisa. Nos angustia la sensación que querer correr más de lo que avanzamos y no entendemos que se nos escapa la sustancia de la vida por las rendijas que vamos dejando abiertas cuando perdemos el sentido del equilibrio.
Todo pasa demasiado deprisa. Hasta lo que se vive con desazón, mirado desde el otro lado de la orilla, cuando hemos caminado un trecho, puede parecer breve.
Queremos ser mayores siendo pequeños para llegar más lejos de lo permitido y saborear la sensación de la libertad en estado puro. Queremos formar una familia para ser felices con rapidez y gozar de todo lo que suponemos nuestro. Deseamos tener hijos y que estos pasen su niñez con celeridad para librarnos de los pequeños inconvenientes de los horarios y las normas.
Pretendemos que se hagan mayores pronto para que se labren un porvenir. Deseamos que formen su propia familia para verles a ellos felices…y volvemos a añorar que pase el tiempo con rapidez para descansar de la pesada carga que hemos llevado a cuestas empeñados en salir adelante desde la infancia.
Un ciclo que pasa sin apenas ser consientes que cada hora, cada minuto… es una cuenta atrás en las posibilidades de beber la vida saboreando cada sorbo.
Uno se da cuenta, tarde, de que el tiempo tiene intermedios que debemos respetar. Espacios que nos regala para que los vivamos a solas. Pequeños rincones hechos a nuestra medida que están esperando para mecernos en un paréntesis infinito en donde únicamente podemos encontrarnos a nosotros mismos. Paréntesis en los que solamente cabemos nosotros y nuestro pequeño mundo interior. Todo un lujo si consideramos la brevedad de tiempo real que engullimos sin masticar.
Es demasiado breve la estancia en este mundo para dejar vacíos los espacios de luz que nos esperan. Demasiado efímera la existencia para renunciar a estos furtivos encuentros con lo que nos trasportamos a otra dimensión; con aquello que de verdad nos eleva la vibración y nos mece en el ensueño más delicioso que podamos imaginar.
Hay que encontrar nuestro rincón. Entrar en él…y descubrirnos, sin tiempo, en un mundo solo nuestro en el cual podamos recrear una eterna juventud donde no exista otro empeño mayor que seguir siendo felices a pesar de todo lo que nos suceda.
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