El éxito para cada persona en el planeta Tierra es diferente y no se lo puede monitorear ni medir comparándolo con nada ni con nadie. El éxito viene en más de seis mil millones de sabores. No sólo como vainilla o chocolate con unos cuantos trocitos de chocolate aquí y allá. No es algo que pueda definir un diccionario, una maestra o un padre. Porque la esencia misma del éxito es tan multidimensional que va más allá de nuestra comprensión terrenal.
Algunos días el éxito puede ser tan grande como una montaña, otros días es tan pequeño como una célula. Nacemos y somos entrenados por nuestros padres y compañeros a entrar rápidamente en la ciudad del “Éxito”. Se nos dan instrucciones para que nos casemos, construyamos, tengamos hijos en la ciudad perfecta del “Éxito”. ¡Buscamos amarnos los unos a los otros, ser felices y morir en esa imagen holográfica de lo que alguien nos dijo que debía ser el éxito! Plantamos nuestros cultivos y nuestro futuro tan breve según cómo define alguien más el éxito, y luego nos preguntamos por qué nuestros árboles no dan frutos que estén alineados con el deseo de nuestra alma.
La dirección del éxito está cambiando continuamente, siguiendo nuestras señales. Un día le indicamos que avance, al día siguiente le pedimos que se pare en seco, y lloramos a altas horas de la madrugada cuando no sentimos su presencia. El éxito, como el amor o la alegría, se han convertido en una entidad viviente que nos obedece día a día. El éxito nunca es igual dos días seguidos para nadie. Un día pueden sentir que tuvieron éxito si hicieron una gran venta, al día siguiente el éxito puede ser sacarse por fin la astilla del dedo. Para una madre joven, el éxito es que por fin el bebé duerma toda la noche. Para una persona mayor, el éxito es despertarse por la mañana. Para algunos, el éxito es jubilarse; para otros, es conseguir su primer trabajo. El éxito tiene la cualidad del camaleón, cambia día tras día, de persona en persona. ¿Cómo podemos juzgar lo que es el éxito mirando a otro?
Cuando llegamos por primera vez a la Tierra, vinimos con un programa álmico, una especie de listado cósmico que describía lo que nuestra alma necesitaba para sentir por fin que había logrado el éxito estando en la Tierra. Somos impulsados por esa lista interna. Buscamos “esa” cosa que consolidará y documentará que hemos triunfado en nuestro viaje a la Tierra. Hemos vuelto a la Tierra muchas veces sólo para compensar lo que vimos como fracasos en encarnaciones anteriores.
Es hora de despertar a los matices sutiles de lo que es en realidad el éxito. Es hora de contar las maravillas, los milagros y los pequeños triunfos de nuestro día que a menudo pasamos por alto. Dentro de cada experiencia que han tenido reside una partícula minúscula de éxito. La primera vez que caminaron o hablaron siendo bebés. La primera vez que arrojaron una pelota o la atajaron. La primera vez que besaron, la primera vez que manejaron, su primer trabajo; todos son recuerdos llenos de triunfos, sin importar cuál parezca ser el resultado. Reúnan todos esos antiguos éxitos y llévenlos al presente. Pónganlos todos en fila y miren detenidamente cuántos éxitos han tenido realmente. Beban esa mezcla personal de su batido de éxitos. La mayoría de las personas se concentra sólo en los fracasos y los magnifica a la enésima potencia, por lo que ellos eclipsan a todo lo demás. En el hermoso jardín de rosas de su vida, ¿ven sólo las malas hierbas o alguna vez ven sólo las rosas?
Redefinan lo que el éxito significa para ustedes y sólo para ustedes. Dejen de ver su vida a través del vidrio biselado de la conciencia de las masas. Las verdades personales se distorsionan cuando se las observa a la luz del porche de otro. Cuando ven únicamente sus defectos, siempre les faltará algo, sin importar cuán prominentes se vean ante los demás. Súbanse a ese pedestal (aunque necesiten una escalera) y échenle un buen vistazo a su vida. Ustedes fueron creados para triunfar.
Cuando se enfocan en lo que ‘no’ tienen, nunca tendrán suficiente.
Cuando se enfocan en lo que sí tienen siempre tendrán en abundancia
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