Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos sin límite.
Es nuestra luz, no la oscuridad lo que más nos asusta.
Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso?
En realidad, ¿quién eres tú para no serlo?
Eres hijo del universo.
El hecho de jugar a ser pequeño no sirve al mundo.
No hay nada iluminador en encogerte para que otras personas cerca de ti no se sientan inseguras.
Nacemos para hacer manifiesto la gloria del universo que está dentro de nosotros.
No solamente algunos de nosotros: Está dentro de todos y cada uno.
Y mientras dejamos lucir nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otras personas para hacer lo mismo.
Y al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás”.
(Marianne Williamson)
Esta fabulosa reflexión me hace consciente y me recuerda quienes somos realmente: seres espirituales viviendo una experiencia humana, con libertad de elegir nuestra actitud y con poder creativo para expresar nuestro ser real, utilizando nuestra mente y los dones y talentos que se nos regalan para nuestro mayor bien y al servicio de la humanidad.
No permitamos que nos hagan creer en nuestra pequeñez, limitación e impotencia. No nos quejemos ni nos comportemos como víctimas indefensas, al arbitrio de cualquier abusador o de las circunstancias vitales. Somos poderosos, somos fuertes, somos inteligentes y somos parte de la Energía Universal Creadora: Somos Amor y cuando expresamos amor, contamos con la mayor fuerza del mundo.
No nos fijemos en las pantallas que recubren la lámpara, las cuales son de las más diversas formas, tamaños, materiales y colores. Lo valioso es la luz que proyectan. Y así somos todos.
Démosle al interruptor y dejemos brillar nuestra luz. Toda oscuridad y miedos desaparecen.
Ana Novo
www.creoycreo.com
Autora del libro “Elige tu vida, ¡ahora!
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