En la bella durmiente del bosque, la primera gota de sangre que brota de su dedo meñique cuando cumple los quince años le hace caer sin sentido durante cien años (evitando, por la magia de su hada madrina, la muerte vaticinada por el hada despechada que no fue invitada a su bautizo). El karma se cumple y no sólo se detiene su vida, la de toda la corte y la del bosque entero. Sólo sus padres (el sol y la luna) se van del palacio y un tupido bosque crece alrededor del reino. Ella es un arquetipo sin nombre y queda aprisionada en el ensueño.
A los cien años un príncipe de un país vecino (ella era su tataratatarabuela) atravesando todas las dificultades iniciáticas del bosque mágico que había crecido lo indecible, logra llegar hasta ella y le da el beso que despertará su vida y la de los suyos para siempre. Se casaron pero no se lo dijeron a la madre del príncipe (que era descendiente de ogros) y tuvieron dos hijos: la aurora y el día. El príncipe pasaba un día con su familia y al siguiente volvía al reino con su madre, repitiendo el ciclo interminable. Al fin se lo contó a su madre, años después, y todos juntos compartieron el reino de su padre muerto. Pero una mañana que el príncipe había partido hacia la guerra la madre quiso comerse a los niños, que sólo se salvaron gracias al engaño del mayordomo que le preparó un sabroso cabrito diciendo que eran ellos y los escondió de su vista. Cuando se enteró del engaño entró en cólera y se los quiso comer a todos, hasta que la sorpresiva llegada de su hijo de una batalla le hizo tirarse ella misma de cabeza en la olla caliente, que había preparado llena de serpientes y ranas venenosas.
Blancanieves es el símbolo del alma de la propia reina. Ésta pregunta al espejo ¿quién es la más bella? Y el espejo responde: blancanieves. La reina es la personalidad egótica y ambiciosa, sedienta de materialismo, y su deseo es acabar con la parte espiritual que le refleja defectos que no puede aceptar, ni quiere conocer, porque duelen. El alma, como un sabio maestro zen, cuida la casa, limpia los suelos y se mantiene con el corazón alegre y en paz. La reina ordena al cazador que le traiga su corazón, el símbolo del amor y la verdad, el centro cardíaco que es la frontera de unión entre los mundos terrestres y celestes. Aquí es el cazador el que salva a blancanieves y le deja huir al bosque, donde se encuentra con sus miedos, hasta que comprende que lo que teme son los ojos de los animales que le cuidan.
En paz con la noche, al amanecer encuentra la casa de los enanitos, que arregla como su nuevo hogar. El orgullo y la prepotencia de la reina o del yo inferior han sido superados. Obliga a que todos se limpien y que sus siete centros de energía se mantengan purificados, abiertos a las energías superiores. Pero el yo inferior no se rinde sin batalla, y al saber la reina que sigue viva se transforma en viejecita y le entrega una manzana envenenada. Y la bella durmiente blancanieves cae en un pozo de sueño profundo, que sólo puede resolverse al reunir las dos polaridades del ser, lo masculino y lo femenino, el ánimus y el ánima. Un ser consciente de sí mismo. Eso es todo, ejemplificando nuestra propia batalla contra el ego que se niega a hacerse vulnerable a las energías del espíritu, mientras limpiamos nuestros siete chakras y unimos nuestra naturaleza masculina y femenina. El paso por la oscuridad de la noche; las técnicas de limpieza y los pensamientos de unidad y perfección del ser; el descenso al infierno y la unión entre la materia, la mente y el corazón espiritual; la ruptura de la dualidad y la separatividad, etc. Así completamos el proceso de sanación o de individualización, aprovechando la crisis para alcanzar una frecuencia vibratoria más alta y un estado de conciencia más global, unido a la totalidad del ser.
No hay comentarios:
Publicar un comentario