Cuando comprendamos el significado de la vida, habremos alcanzado el cielo… cuando entendamos el significado de la muerte, caminaremos a través de la eternidad, elevándonos hacia el Universo.
En primera instancia al hombre le preocupa comprender los misterios de la vida y, aunque también se intriga sobre que hay mas allá de esta, ni siquiera se acerca al borde del abismo para descubrirlo verdaderamente. Tan banalmente transitamos, nos guiamos por nuestros instintos, sobre-utilizamos los recursos tan valiosamente entregados al hombre desde el comienzo de los tiempos; aprendemos a negociar, incluso con nosotros mismos; intentamos acercarnos a "dios" a través de rezos, largas caminatas en caravana bajo la lluvia y contra el viento… y creemos que ESO es la vida… luchar contra el viento, la tempestad, y si "Mahoma no puede ir a la montaña, que la montaña venga a Mahoma". ¡Cuantas cosas han de quedar alejadas de la vista y el corazón del hombre en tan solo toda una vida! Cuantos Maestros perdidos y enseñanzas olvidadas. Nacemos y con el primer paso comenzamos a buscar nuestro destino. "Serás lo que debas ser, o no serás nada". Y desde el infinito Universo los Dioses y Diosas tejen y destejen la red de este destino… irrefutable, pero posiblemente cambiante. Afrodita nos concede el amor y Eris nos hunde en el caos; Zeus restablece el orden y nos visita enviando un mensajero a nuestras vidas, Hermes. Hera castiga al hombre infiel y protege a la mujer desde el primer aliento de vida hasta el último, mientras que Hecate nos recibe al final y al principio. Viajamos entre este y el otro mundo, ¡y cuan sabio fue Aristóteles al decir que todo lo olvidamos al nacer! Olvidamos de dónde venimos y hacia dónde nos dirigimos… y buscamos, en la cima de la montaña, debajo de las piedras, en las profundidades de los mares, una respuesta -aunque no sea mas que una sencilla palabra- a nuestras preguntas. Una respuesta que solo podremos responder cuando por fin aprendamos a volar, a liberarnos de las banalidades, de las búsquedas, de "yo", del "ello", de la idea de que Dios quiere que suframos para ganarnos un lugar en el “cielo”. De la idea de que hacer el amor es acceder a liberar nuestros instintos primitivos; pues yo llamaría cerebro primitivo o vegetal a aquellos que no pueden comprender el significado de esta unión, en la que 1+1 es = a 1. Y si tenemos miedo a aquellos que profesan una religión diferente, o afrontan una sexualidad diferente a la nuestra, ¿no será que, en realidad, no nos terminan de convencer lo que "moralmente" se nos ha enseñado (y que bien lo hemos asimilado!)?. No todos podemos salvar el mundo, ni sacrificarnos por la humanidad toda. Pero si, aunque sea, podemos dar sin esperar y podemos salvar un alma –empezando por la nuestra- entonces, “…habremos alcanzado las estrellas”.
Selena
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