Hay
personas tan dolidas, tan heridas o que no han podido superar una
situación traumática que van armados con cuchillos emocionales de
doble filo en su misma boca, y todo proviene de su enojo, ya que éste si
no se eleva a la conciencia se vuelve contra uno, se hace inconsciente
e irrespetuoso con uno mismo y por consiguiente con los demás. La
frialdad les corta las alas, les endurece el corazón y naturalmente
tienen un grave conflicto interior.
A todos los que en algún momento de su vida portan cuchillos emocionables de doble filo:
Entiende
que yo no soy tu enemigo. Eres tú mismo. Es ese sentimiento del pasado
que no has podido sanar el que te está enfureciendo, el que te lleva a
lo más denso.
Comprende que no ganas nada con tu ofensa, porque no me ofendes, sino todo lo contrario te lastimas más.
Sólo
podrás hacerme daño, claro está; si yo me dejo, si bajo las defensas. Y
puede que así sea en alguna ocasión o, si entro en el juego de los
egos sintiéndome víctima u otra cosa parecida, pero ¿qué sacas con eso? …
¿Te sientes bien o por el contrario, sientes la misma desdicha o vacío?
Ante
una ofensa, insulto o agravio, el que no va armado con cuchillo de
doble filo no autoriza la lucha a un plano físico, ni mental, ni
espiritual. El que no va armado conoce su propia fuerza y esta no reside
en hacer sentir mal a una persona, o en devolverle la ofensa porque
conoce las leyes universales, porque no está en su naturaleza obrar de
ese modo, porque conoce el poder de las palabras y percibe las heridas
del alma.
Sí,
muchas veces recibimos golpes inesperados, injustos. Lloramos,
descansamos para recuperar energías, elevamos nuestro sufrimiento, pero
antes de sentirse débil o intimidado, una persona que vive su luz,
consigue llegar a su corazón y se enfoca en lo que verdaderamente es. Y
sólo, y si es necesario te dirá su verdad haciéndote ver que esa es una
batalla perdida que no conlleva ningún beneficio.
©LUHEMA
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