Tarde aprendí que debía callar, ya había dicho lo que pensaba.
Tarde me enteré que la capacidad no vale para progresar en los empleos, ya había ofendido a quienes deseaban mantener las aguas calmadas.
Muy tarde me enteré que al único que debo complacer con mis actos es a mi mismo, ya había sujetado mi vida a la opinión de otros.
Me tardé en comprender que mi felicidad es mi mas grande meta, las cadenas de la religión me ataban sin sentirlas y me dediqué a atender los intereses de otros.
Ojalá no sea tarde para empezar, otra vez, de nuevo...
AROLDO ORELLANA
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