Un grupo de sabios judíos se reunió para intentar crear la menor Constitución del mundo. Si alguno de ellos era capaz de definir, en el espacio de tiempo que necesita un hombre para mantenerse en equilibrio con un solo pie, las leyes que deben regir el comportamiento humano sería considerado el más sabio de todos los eruditos.
Dios castiga a los criminales, dijo uno.
Los otros argumentaron que esto no era una ley, sino una amenaza, y la frase no fue aceptada.
Dios es amor, comentó otro.
Nuevamente los sabios no aceptaron la frase, diciendo que no aclaraba bien los deberes de la humanidad.
En aquel momento se aproximó el rabino Hillel y, sosteniéndose en un solo pie, dijo:
No hagas a tu prójimo lo que detestarías que te hicieran a ti. Esta es la ley. Todo el resto es comentario jurídico.
Y el rabino Hillel fue considerado el mayor sabio de su tiempo.
PAULO COELHO
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