Cuán grandioso es reconocer cuando uno está equivocado… es tremendamente reconfortante y alentador saber que tenemos la libertad, la humildad y la decencia de decir: “me equivoqué”.
Es un estado natural de absoluta entrega y compromiso con los demás. Al aceptar que uno cometió un error, se abre un nuevo mundo de posibilidades con las otras personas y con uno mismo.
No lo piense dos veces cuando sea oportuno decir: “la verdad, yo lo veía desde otro punto de vista y me equivoqué”. No solo da grandeza a quién lo dice (pese a que parezca lo contrario) sino que propone una relación interpersonal de amplia franqueza.
Bien decía Jesús: “benditos los vacíos de sí”…
VÍA RENUEVO DE PLENITUD
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