Contemplar o rezar contemplativamente exige la capacidad y disposición de estar ahí sin HACER nada. Pedro Finkler.
Tres amigos habían emprendido una agradable caminata por los alrededores de su localidad. Cuando pasaban al pie de una colina, divisaron en su cima a un hombre que estaba sentado sobre una piedra. Se preguntaron qué estaría haciendo allí ese individuo y comenzaron a hacer toda suerte de conjeturas.
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Yo creo, aventuró uno de ellos, que se ha perdido y está a la espera de que alguien por la zona le oriente.
- No, no, intervino otro de los amigos. Seguramente se ha sentido indispuesto y se ha sentado hasta que se halle un poco más recuperado.
- Están equivocados, ya lo verán, aseveró el tercer excursionista. Está sencillamente esperando a alguna persona que se ha retrasado, eso es todo.
Y cada uno de los amigos se empeñó en defender su parecer, hasta que decidieron ir directamente hasta donde estaba el hombre y preguntárselo. Subieron a la cima de la colina, saludaron al solitario y uno de los amigos preguntó:
- ¿Estás aquí porque te has extraviado?
- No, repuso el hombre.
- ¿Será que te has sentido indispuesto?, preguntó el otro amigo.
- No, en absoluto.
- Entonces es que estás esperando a alguna persona, ¿no es así?
- No, no.
Los tres excursionistas, sorprendidos e intrigados, preguntaron casi al unísono:
- Pero ¿qué haces entonces aquí?
Serenamente, el desconocido repuso:
- Simplemente estoy.
Tomado del libro: “Cuentos de Oriente”.Ramiro Calle.
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