Hay una honra absurda y casi necesaria en el hecho de ser víctima. Te regala tantas satisfacciones. Pasajeras, pero al fin satisfacciones. Sin embargo, lo que sucede normalmente es que miramos afuera y decimos que alguien rompió nuestro corazón. Y esta frase surge como si no tuviéramos absolutamente nada que ver en la ruptura. Como si esto nos hubiera sucedido simplemente porque alguien que apareció repentinamente quiso deliberada e intencionalmente hacernos daño. ¿De dónde sacamos tal absurdo? ¿Cómo pretendemos sanar nuestras relaciones siendo la víctima todo el tiempo?. Por si no lo sabes o no lo recuerdas, cuando nos comportamos como víctimas, el mundo nos lo devuelve. Y todas las relaciones futuras se convierten en eso mismo. Creamos la necesidad, la urgencia de serlo. Aprendemos a identificarnos como eso mismo, víctimas. Así es como se recrean las circunstancias que hacen que siempre salgamos lastimad@s.
Las memorias o programas nos buscan, y nos encuentran. Es a través de ellos como también tú y yo hacemos daño. También somos tóxicos. También generamos dolor. Y también es a través de ellos como encontramos el perdón
Alguien escribió: «La víctima es un perpetrador». Y eso lo dice todo.
VIVI CERVERA
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