En las silenciosas tardes de invierno los padres hojeamos los álbumes de fotos y volvemos a vivir la vida: el bebé con la cola al aire, el niño en la escuela, lleno de ansiedad, vestido con el guardapolvo, la fiesta de quince, el casamiento...
¿Cómo les va a nuestros hijos? ¿Cuánto hemos hecho por ellos?
Por ellos queridos padres nada hicimos. Hemos hecho todo por nosotros, por nuestro deber, por nuestro querer.
-El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.
-El tiempo que perdí por mi rosa... dijo el principito, a fin de acordarse.
Los hombres han olvidado esta verdad -dijo el zorro- Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable de tu rosa.
Tu rosa, tu hijo, tu mujer, ellos se hicieron contigo. Amor es lo que hace al otro parte de tu hacer, y de ese modo, te modifica, lo modifica. Por eso el amor y la responsabilidad son inseparables.
Tu hijo no es tuyo porque lo hayas engendrado sino porque lo has criado, lo has cuidado, lo has ansiado, lo has esperado...
Claro que esa imagen de la rosa nos recuerda que con los dulces pétalos van también las espinas.
¿Hemos buscado rosas sin espinas?
¡No las hay, no existen!...
Así es la vida...
VÍA PSINERGIA
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