Es necesario decir no sé, para luego lanzarse al río. No te lanzas sabiendo, sino impulsado por el desconocimiento, por el no saber. Lo que te lanza al río es el amor. Le pides que sea Él quien te sostenga, renuncias al yo. Algo así como: yo sólo he hecho esto, y visto honestamente, me arrepiento. Es lo que sabía hacer, y no me conformo. Tiras esto al río, te tiras con ello y te dejas llevar. En el momento de inspiración o instante santo en que te atreves a confiar en la vida, sabiendo que el amor es el río, el pequeño amor que reconoces en ti se funde con el amor y se suma a tu voluntad.
VÍA UN CURSO DE MILAGROS
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