A veces, echamos la culpa a esta o aquella circunstancia, pero por debajo de todo, de cualquier error, subyace la verdadera realidad y es que ya la otra persona no puede mejorarte más, no puedes avanzar más con lo que ella te aporta o al contrario.
Nada pasa porque sí, y lo que es propio para que en un momento de nuestra vida cumplamos etapas, se manifiesta y se vive; cuando deja de tener ese propósito, el universo se las arregla para alejarlo de ti.
Estar cerca de la fuente universal del amor equivale a amarnos a nosotros mismos y a respetarnos para que nos respeten.
Se trata sobre todo de aprender a ser compasivos sin caer en la inocencia, a dar pero sin que nos utilicen, a amar pero sin permitir que abusen de nuestro corazón, a confiar pero sin ser ingenuo, a escuchar pero sin perder la voz.
La energía del amor, cuando está cerca, nos ayuda a encontrar quien vibre en la misma frecuencia, quien merezca nuestra forma incondicional de entregarnos a los límites que siempre han de estar y sobre todo a seguir nuestra evolución sin frenar la del otro, ni que la suya anule la que nos es propia.
Todo está bien. Estamos en el lugar que nos corresponde por el mérito de nuestra propia alma.
El resto no nos corresponde a nosotros. No nos preocupemos por ello.
VÍA MIRAR LO QUE NO SE VE
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