Dos monjes en peregrinación llegaron a la orilla de un río.
Allí vieron a una joven vestida con mucha elegancia. Era evidente que no sabía qué hacer, ya que el río estaba crecido y ella no quería mojarse la ropa.
Sin pensárselo dos veces, uno de los monjes la cargó a la espalda, cruzó el río y la dejó en la otra orilla.
Luego, ambos monjes siguieron su camino. Pero, después de una hora, el otro monje comenzó a lamentarse:
– “No está bien tocar a una mujer, va contra las reglas tener contacto con mujeres. ¿Como has podido hacerlo?”
El que había cargado con la muchacha siguió andando en silencio. Finalmente dijo:
– “Hace una hora que la dejé en la orilla del río, ¿por qué tú sigues cargando con ella?”
Fuente: Irmgard Schloegl en “La sabiduría de los Maestros Zen”.
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