miércoles, 13 de abril de 2016

DIOS DA PAN A QUIEN NO TIENE DIENTES



Zeus y Hera estaban mirando hacia abajo desde los Cielos, observando los apuros de la humanidad. Hera se sentía singularmente apenada por un pobre hombre. Abrumado por el peso de sus problemas, el hambre y las exigencias de su

familia, a la que no podía alimentar ni contentar.

“Mi señor”, le dijo a Zeus, “apiádate. Envíale alguna ayuda a ese pobre hombre. Míralo, es tan pobre que lleva las sandalias atadas con algas”.

“Amor mío”, contestó Zeus, “le ayudaría con mucho gusto, pero todavía no esta preparado”.

“¡Qué vergüenza!”, replicó Hera. “Sería la cosa más fácil del mundo para ti arrojar en el camino delante de él un saco lleno de oro, a fin de aliviar sus preocupaciones para siempre”.

“¡Aaaaah! eso es algo diferente”, dijo el Dueño del Universo. Un súbito relámpago, acompañado del estruendo de un trueno, desgarró el cielo despejado.

El mundo pareció detenerse por un momento y después los pájaros y cigarras reanudaron su canto. Un saco conteniendo oro de la más pura calidad yacía en el camino delante del pobre hombre, quien, con mucho cuidado, levantó los pies y pasó por encima para no estropearse todavía más las sandalias.

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