Mi propuesta es para los que están dispuestos a cambiar su forma de vida, que están dispuestos a jugárselo todo porque en realidad no hay nada que jugarse: sólo tu felicidad, tu infelicidad. Pero la gente se aferra incluso a eso:
En un campo de entrenamiento, unos reclutas volvían de un día de marcha extenuante. “¡Qué vida esta” – se quejaba un novato – “A kilómetros de cualquier parte, un sargento que se cree Atila, sin mujeres, sin alcohol, sin permisos y, para colmo, mis botas son dos números más pequeñas.” “No tienes que aguantar eso. ¿Por qué no te pones otras botas?” “¿Para qué? ¡Quitármelas es el único placer que tengo!”
¿Qué más tienes que poner en juego? Sólo tu infelicidad. El único placer que tienes es hablar de ella. Fíjate en la gente, lo contentos que se ponen al hacerlo. Incluso la exageran, la adornan, para que parezca mayor. Pero la gente se aferra a lo conocido, a lo familiar. Lo único que han conocido es la infelicidad; es su vida. No tienen nada que perder, pero tienen miedo de perderlo.
OSHO
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