El mullah Nasrudin llamó a su alumno preferido:
Ve a sacar agua del pozo.
El chico se preparó para hacer lo que le había sido ordenado. Antes de partir, sin embargo, recibió un coscorrón.
¡Y no andes con jugadores ni con personas vanidosas, o acabarás ofendiendo a Dios!
¡Todavía no he salido de casa y ya me he llevado un coscorrón! El señor me está castigando por algo que no he hecho.
Con las cosas importantes de la vida no se puede ser tolerante, dijo Nasrudin. ¿De qué me serviría castigarte después de haber perdido tu alma?
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