LAS 99 MONEDAS DE ORO O EL DINERO HACE LA FELICIDAD..?
Las 99 monedas de oro, hay un rey que estaba siempre de muy mal humor. Su sirviente personal, en cambio, se veía todo el tiempo muy contento, su felicidad parecía ser completa. Muy intrigado (¡y muy molesto!) un día el rey decidió preguntarle cuál era el secreto de su permanente alegría. De antemano sabía que el sirviente vivía muy humildemente, en condiciones muy distintas de las que el rey disfrutaba en el palacio. El sirviente le explicó, lo mejor que pudo, que normalmente se sentía así de bien porque tenía buena salud, una familia numerosa y buenos amigos. Y que aunque vivía en la pobreza, con todos los problemas y limitaciones que eso implica, había aprendido a disfrutar de cada momento de esa vida tan sencilla. El rey no quedó satisfecho con esta explicación y decidió consultar el asunto con el sabio de la corte, quien le propuso llevar a cabo un singular experimento con el pobre sirviente. El sabio le aseguró que luego comprendería por qué el sirviente era feliz mientras que él, el rey, estaba siempre de mal humor. En secreto, le hicieron llegar al sirviente una bolsa que contenía noventa y nueve monedas de oro, una pequeña fortuna. La bolsa estaba acompañada de una nota que decía que ese dinero era una recompensa por ser una persona honesta y trabajadora. Muy feliz (¡mucho más que de costumbre!) el sirviente comenzó a contar las monedas. Le llamó la atención comprobar que eran noventa y nueve. Pensó que tal vez con la emoción se le habría caído una moneda. La buscó en el piso de la habitación pero no la encontró. Luego imaginó que tal vez el mensajero que trajo la bolsa podría haberle robado la moneda faltante. Ya no estaba contento. Ahora sólo podía pensar en la moneda perdida. Ya no se sentía feliz por las noventa y nueve monedas recibidas. Comenzó a pensar cómo podría hacer para reunir el dinero suficiente para comprar una moneda más y así completar las cien. A partir de ese momento ya no tuvo momentos libres, comenzó a dormir sólo unas pocas horas al día y puso a trabajar también a toda su familia. En su afán de comprar esa última moneda, el sirviente, que ahora vivía obsesionado por el dinero, perdió su tranquilidad y su buen humor. Y el rey, que finalmente aprendió algo acerca de la felicidad y del dinero, no tuvo más remedio que despedirlo porque se había vuelto malhumorado e insoportable.
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