ENRIQUE MARISCAL
Los parroquianos veían con terror y profundo silencio ese cuadro de desesperanza y locura.
Alguien, un día, le aconsejo a la mujer que visite a un medico compasivo para su mal. La torturada esposa se acerco al sabio profesional y abrió su corazón.
-“No tengo alivio para tanto dolor. Extraño a mi esposo. Solamente cuando camino arrastrando sus huesos siento que me acompaña”.
-“Te comprendo perfectamente. Soy viudo, a mi también lo único que me ayuda ante tanto sufrimiento es salir acompañado del esqueleto de mi mujer”.
Cuando la viuda se sintió comprendida y contenida en su angustia, un profundo estado de confianza invadió todo su ser. Por primera vez alguien la escucho sin temor.
-“Me gustaría que salgamos los cuatro, el domingo, a pasear ¿Tienen ustedes algún compromiso?” Invitó el médico desde su generosidad excelente.
-“Ninguno. Será un placer”., respondió alegre la paciente. Y combinaron el encuentro.
El curador se procuró un esqueleto en el cementerio. Y ese domingo los aldeanos observaron con renovado pavor el paseo de los cuatro. Era un cuadro conmovedor.
Caminaron amenamente hasta que decidieron comer algo y descansar. El médico eligió acampar cerca del río. Después de un almuerzo frugal optaron por hacer una siesta. La viuda se acostó al lado de los huesos de su marido; el médico hizo lo propio con los restos de su mujer. Los cuatro quedaron profundamente dormidos. De pronto el compasivo galeno despertó. Tiró al agua los esqueletos de ambos y comenzó a vociferar como si hubiese enloquecido.
-“Los vi, los vi. ¡Traición…! Fue tu marido. ¡Allá van…!”
La corriente los llevaba…La viuda comenzó a gritar indignada:
-”¡Traidor! ¿Cómo eres capaz de hacerme eso? A mí que te fui totalmente fiel.”
-“¡Déjalos ir mujer! ¡Que sigan su camino! Ellos sabrán…¡Nosotros nos quedamos aquí!”.
Y se cortó el mal.
Cuando se encuentra la generosidad excelente de la compasión; con la entrega total de confianza, surge el milagro curador de la medicina.
¡Qué capacidad creativa deberá tener quien nos ayude a librarnos de nuestros esqueletos queridos…!
¡Qué compasión!
Colaboración de María Inés Diorie
Fuente: http://www.elasistente.com.ar
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