–Faltó algo en su disertación sobre el Camino de Santiago –me dice una peregrina, al salir de la Casa de Galicia, en Madrid, donde minutos antes yo acababa de dar una conferencia.
Deben de haber faltado muchas cosas, pues mi intención allí era apenas compartir un poco mi experiencia. Aun así, la convido a tomar un café, curioso por saber lo que ella considera una omisión importante.
Y Begoña –tal es su nombre– me dice: –He notado que la mayoría de los peregrinos, sea en el Camino de Santiago, sea en los caminos de la vida, siempre procuran seguir el ritmo de los otros.
“Al comienzo de mi peregrinación, procuraba ir junto con mi grupo. Me cansaba, exigía de mi cuerpo más de lo que podía dar, vivía tensa, y terminé teniendo problemas en los tendones del pie izquierdo. Imposibilitada de andar durante dos días, me di cuenta de que solo conseguiría llegar a Santiago si obedecía a mi ritmo personal.
“Tardé más que los otros, tuve que andar sola muchos trechos, pero fue solo porque respeté mi propio ritmo que conseguí completar el camino. Desde entonces aplico esto a todo lo que tengo que hacer en la vida: respeto mi tiempo”.
PAULO COELHO
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