En el desierto de Mojave es frecuente encontrar las famosas ciudades fantasma. Construidas cerca de minas de oro, eran abandonadas cuando todo el producto de la tierra ya había sido extraído; habían cumplido su papel, y ya no tenía sentido que continuaran siendo habitadas.
Cuando paseamos por un bosque, también vemos árboles que, una vez cumplido su papel, terminaron cayendo. Pero, a diferencia de las ciudades fantasma, ¿qué sucedió? Abrieron espacio para que la luz penetrase, fertilizaron el suelo y tienen sus troncos cubiertos por vegetación nueva.
Nuestra vejez dependerá de la forma en que hayamos vivido. Podemos terminar como una ciudad fantasma. O, entonces, como un generoso árbol, que continúa siendo importante incluso después de haber caído.
PAULO COELHO
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