jueves, 12 de julio de 2018

NADA QUE SEA BUENO ES GRATIS...(BUCAY)




Y de aquí se derivan, para mí, por lo menos dos ideas.
La primera: si deseo algo que es bueno para mí, debería saber que voy a pagar un precio por ello. Por supuesto, ese pago no siempre es en dinero (si fuera sólo en dinero, ¡sería tan fácil!). Este precio es a veces alto y a veces muy pequeño, pero siempre existe. Porque nada que sea bueno es gratis.
La segunda: darme cuenta de que si algo recibo de fuera, si algo bueno me está pasando, si vivo situaciones de placer y de goce es porque me las he ganado. He pagado por ellas, me las merezco. (Sólo para alertar a los pesimistas y desalentar a los aprovechados, quiero aclarar que los pagos son siempre por anticipado: lo bueno que vivo ya lo que pagado. ¡No hay cuotas a plazos!).
Algunos de los que me escuchan decir esto preguntan:
¿y lo malo? ¿No es cierto que lo malo tampoco es gratis? Si me pasa algo malo, ¿es también por algo que hice? ¿Porque de alguna forma me lo merezco? Quizás sea cierto. Sin embargo, estoy hablando de verdades, para mí, incuestionables, sin excepciones, universales. Y para mí la aseveración de que me merezco todo lo que me pasa incluido lo malo no es necesariamente cierta. Puedo asegurar que conozco algunas personas a las que les han acontecido hechos desgraciados y dolorosos que, sin duda alguna, ¡no lo merecían!
Incorporar esta verdad (nada que sea bueno es gratis) es abandonar para siempre la idea infantil de que alguien debe darme algo por que sí, porque yo quiero. Que la vida tiene que procurarme lo que deseo sólo porque lo deseo, de pura suerte, mágicamente.
3. Y la tercera idea que creo que es un punto de referencia podría enunciarla de la siguiente manera:
Es cierto que nadie puede hacer todo lo que quiere, pero cualquiera puede NO hacer NUNCA lo que NO QUIERE.

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