En la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30) se cuenta la historia de un señor (Dios) que reparte talentos a sus siervos (los hombres) y después se va lejos. Después de muchos años vuelve para evaluar el desempeño de sus siervos. Lo interesante es que no reparte la misma cantidad de talentos a todos los siervos. Uno recibe 5, otro recibe 2 y otro más recibe sólo un talento, de acuerdo a sus habilidades. Sin embargo, queda claro que el señor espera que todos multipliquen sus talentos, independientemente del número que hayan recibido. Al final de la historia reconoce el rendimiento de los siervos fieles por igual y se enoja con aquél quien no incrementó su talento.
Podemos aprender mucho de ésta historia:
- 1 En primer lugar, Dios ha dejado a nadie con las manos vacías para desarrollarse e incrementar en la vida. Todos tenemos al menos un talento con el cual tenemos la posibilidad de prosperar.
- 2 En segundo lugar, el desarrollo de nuestro(s) talento(s) no es una opción, es una responsabilidad. Todos somos llamados a incrementar lo que Dios nos ha entregado, no sólo para beneficio propio, sino para aportar a nuestra comunidad.
- 3 En tercer lugar, no todos tenemos el mismo propósito en la tierra. Algunos tienen mayores responsabilidades que otros, porque tienen el llamado de influenciar más vidas. Estas personas normalmente se convierten en personas más públicas y son las que tildamos como personas de éxito, porque los medios de comunicación las estereotipan como tales.
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