Rabindranath Tagore
Cruzando el desierto, un viajero inglés vio un árabe muy pensativo sentado al pie de una palmera. A poca distancia reposaban sus camellos pesadamente cargados de joyas, perfumes y tapices para ser vendidos a alguna ciudad vecina. Aproximándose al árabe, le dijo:
- Buen amigo, pareces preocupado, ¿puedo ayudarte en algo?
- ¡Ah! -respondió el árabe con tristeza- Estoy muy afligido porque acabo de perder la más preciosa de todas las joyas
- ¡Bah! -respondió el otro- ¡Eso no debe ser gran cosa para ti que llevas tesoros sobre tus camellos y te será muy fácil reponerla!
- ¿Reponerla? -exclamó el árabe- Bien se ve que no conoces el valor de mi pérdida. Era una joya como no volverá a hacerse otra. Estaba tallada en un pedazo de piedra de la Vida y había sido hecha en el taller del Tiempo. La adornaban veinticuatro brillantes, alrededor de los cuales se agrupaban sesenta piedras más pequeñas. ¡Ya verás cómo tengo razón en decir que joya igual no podrá reproducirse jamás!
- A fe mía -dijo el inglés-, tu joya debía ser preciosa, pero ¿no crees que con mucho dinero pueda hacerse otra análoga?
- La joya perdida -respondió el árabe pensativo- era un día, y un día que se pierde, no vuelve a encontrarse.
Fuente: http://granbuho.blogspot.com/
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