miércoles, 20 de febrero de 2013

LA CRISIS Y SUS ARTIMAÑAS...PAULO COELHO...♥



Como sabemos, Aquiles era hijo de la unión de un mortal con una diosa. Como toda madre siempre quiere proteger a su hijo, lo sumergió en un río que lo haría inmortal, pero lo agarró por el talón, razón por la cual él quedó vulnerable en aquel punto.

De ahí la expresión “talón de Aquiles”, mostrando que, independientemente de la fuerza que creamos tener, siempre existe el modo de alcanzarnos. Es claro que el héroe, en este caso, muere de un flechazo justo en esa parte de su pie. En el 2001 leí El síndrome de Aquiles, del periodista Mario Rosa. El libro trata de la crisis y en su texto, Rosa advierte que esta envía señales.

Desde que leí esa frase, me he dado cuenta de que, antes de que ciertas tormentas lleguen a nuestro patio, nos envían pequeños mensajes de los que, por pereza o por encontrar que no son dignos de nuestra atención, no hacemos caso. Precisamente por eso, en el momento en que el viento empieza a soplar con violencia, nos sentimos absolutamente desprevenidos para los truenos que estallan por todas partes, y solo nos queda, como dice Rosa, procurar administrar de la mejor manera posible la devastación que vendrá a continuación. He usado su libro como guía para intentar trazar un mapa de las tormentas personales.

Origen

La crisis viene siempre del exterior, aunque a veces pensemos que solo se manifiesta en el alma. Por lo general, algo insignificante en la infancia puede traer grandes consecuencias en la madurez.

La crisis llega para destruir Por más que intentemos asociar la palabra “crisis” a la “oportunidad” (como los chinos), esa romántica asociación solo es posible cuando estamos preparados para lo imprevisto. Como muy raras veces es ese el caso, la crisis se instala y arrasa todo.

La verdad no ayuda Durante la publicación de mi libro, El Zahir, una escritora rusa dijo, en el periódico de mayor circulación de Moscú, que la historia estaba basada en nuestra “relación amorosa” (la musa inspiradora era, en realidad, Christina Lamb, corresponsal de guerra del periódico británico The Sunday Times). Cometí el tonto error de enviar una carta de desmentido. Resultado: quienes no habían leído el artículo original se enteraron por la carta. Así empezaron las especulaciones respecto a cómo la gente, cuando se encuentra acorralada, siempre se declara inocente.

El problema, por pequeño que sea, puede producir una crisis terrible En Brasil, un caso de soborno de un director de correos desencadenó una serie de denuncias que afectaron al gobierno de entonces. En un matrimonio, un simple retraso a la vuelta del trabajo puede ser la gota de agua que colma el vaso de todo un proceso reprimido, el cual a partir de entonces se hace difícil de contener.

Los hechos no cuentan, lo que cuenta es cómo percibe los hechos la opinión pública Tengo una amiga cuyo padre odia a la madre. La familia vive siempre penurias, con todos en casa peleándose, pero en voz baja. Mientras la hija obtenga notas excelentes en la escuela, que los vecinos no se enteren, que la “opinión pública” no sepa nada, la impresión será que todo está controlado.

Todo se transforma en munición devastadora Como la crisis siempre lleva a un diálogo de sordos, donde el uno no oye lo que dice el otro, los argumentos se vuelven inútiles. Si uno dice “me encantan las naranjas”, la otra persona entenderá que odias las patatas, y estás insinuando que te sientes desgraciado porque justamente esa noche te ha servido un plato de patatas fritas para cenar.

La crisis siempre gira alrededor de un símbolo. Puede ser en el matrimonio, la carrera profesional, la empresa, la religión, el amor, el código de conducta.

Utilicé, como hilo conductor, el libro El Síndrome de Aquiles, del periodista Mario Rosa.

Con textos adaptados concluiré esta cuestión, con la opinión de otros estudiosos (Helio Fred García de la Universidad de Nueva York; y Daí Williams, de Eos Career Services, y de la Universidad de Australia del Sur).

No hacer caso del problema María sabe que Juan, su marido, está a punto de ser despedido del trabajo, lo cual pondrá a la familia en serios aprietos. Sin embargo, como Juan no menciona el asunto, ella finge que no se da cuenta.

Negar el problema Juan, por su parte, piensa que gracias a los contactos que ha hecho a lo largo de su vida, conseguirá una nueva oportunidad y, por lo tanto, no ve que está en una situación difícil. Olvida una de las leyes más duras de la vida, ya enunciada por Jesús: “Al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará”. En el momento en que pierda su empleo, todos estos contactos desaparecerán también, porque Juan ya no tendrá nada que ofrecer a cambio.

Negarse a pedir ayuda Juan y María han vivido muchos años juntos y se conocen muy bien. Juan tiene la cabeza llena de problemas, ya que la crisis absorbe todas las energías del ser humano. María tal vez pudiese ayudarle, pero el orgullo no deja a Juan compartir sus dificultades. El resultado es que, incapaz de pensar con lucidez, Juan se hunde más en el océano de sus dificultades.

Mentir o decir medias verdades Un día, María se arma de valor y, a la hora de acostarse, pregunta si algo va mal. Juan responde: “Estoy pensando cambiar de empleo”. Claro que, desde el punto de vista jurídico, eso se puede considerar verdad: Juan, al estar a punto de ser despedido, vive realmente pensando en encontrar un nuevo empleo. María no dice nada más. La presión sobre Juan aumenta, porque recela que su mujer sospecha algo, pero ahora que ya ha mentido, no puede usar la verdad como instrumento salvador.

Culpar a los demás Juan sabe que es un hombre de bien, que siempre ha sido honrado en el trabajo, y ha intentado dar lo mejor de sí. Piensa que su jefe es injusto, que no se merece lo que le está pasando. Tal vez el jefe esté viviendo el mismo drama, pues a todos los mueven unas entidades abstractas llamadas empresas. Sin embargo, frente a lo que considera un absurdo, en lugar de mantener la cabeza fría para hacer frente al momento, piensa que el mundo está hecho de gente malvada y cruel.

Sobrestimar la propia capacidad Juan empieza a decirse que tiene talento, que es capaz de hacer esto y aquello, y acaba convenciéndose de que no está frente a una crisis y sí ante una nueva oportunidad. Juan tiene mucho talento, pero eso no basta, porque no está preparado para el golpe, que lo deja sin entusiasmo.

Una vez que se han dado todos los pasos equivocados, llega el día y Juan es despedido. A partir de entonces, la familia ya está al borde del abismo, todo por haber negado una fatalidad.

He sufrido muchas crisis en mi vida y creo que he cometido todos los errores aquí descritos. Hasta que, tal vez en la peor de todas mis crisis, aparecieron los amigos. Desde entonces, lo primero que hago es, simplemente, pedir ayuda. Evidentemente, la decisión final será mi responsabilidad, pero, en lugar de intentar hacerme siempre el fuerte, jamás me he arrepentido de haberme mostrado vulnerable ante mi mujer y mis amigos. Y cuando empecé a actuar así, reduje bastante mi capacidad de errar, aunque esta siga allí, a la espera de dar el salto.

Fuente: http://www.larevista.ec

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