-Señor, quiero pedir solo una cosa en mi vida: que me concedas la gracia de no ofenderte jamás.
-No puedo concederte esa gracia –respondió el Todopoderoso-. Si no me ofendes, no tendré motivos para perdonarte. Si no tengo qué perdonarte, pronto olvidarás también la importancia de la misericordia para con los demás. Por eso, continúa tu camino con amor, y déjame practicar el perdón de vez en cuando, para que tú tampoco olvides esta virtud.
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