Bien sabes que todos tenemos hambre: hambre de pan, hambre de amor, hambre de conocimiento, hambre de paz. Este mundo es un mundo de hambrientos.
El hambre de pan, melodramática, soflamera, ostentosa, es la que más nos conmueve, pero no es la más digna de conmovernos.
¿Qué me dices del hambre de amor? ¿Qué me dices de aquel que quiere que lo quieran y se pasa la vida sin que nadie le dé una migaja de cariño?
Pues ¿y el hambre de conocimiento? ¿El hambre del pobre espíritu que ansía saber y choca brutalmente contra el zoco de granito de la Esfinge?
¿Y el hambre de paz que atormenta al peregrino inquieto, obligado a desgarrarse los pies y el corazón por los caminos?
Todos tenemos hambre, sí, y todos y por lo tanto podemos hacer caridad. Aprende a conocer el hambre del que te habla... en el concepto de que, fuera del hambre de pan, todas se esconden. Cuanto más inmensas, más escondidas.
Amado Nervo
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