Desgraciadamente, las gentes achacan sus malas cualidades a la herencia, inculpando a sus padres por ellas, mientras que el mérito de las buenas se lo atribuyen a sí mismas. Pero el hecho mismo de que diferenciemos entre lo que se hereda y lo que es propio de nosotros demuestra que existen dos aspectos en la naturaleza humana: la forma y la vida.
Nos sentimos atraídos a ciertas personas por la ley de Causación y también por la ley de Asociación.
La misma ley que hace que los músicos busquen la compañía de otros músicos y se reúnan en los conciertos, etc., o que los jugadores se junten en las carreras o en las casas de juego, las personas de naturaleza estudiosa se junten igualmente en las bibliotecas u otros centros de cultura, pero también hace que los seres humanos de tendencias similares y de parecidos gustos nazcan en la misma familia.
Cuando oímos decir a una persona: "Ya sé que soy extravagante, pero no puedo remediarlo: es un rasgo de mi familia", no es más que la expresión de la ley de asociación; y tan pronto lo reconozcamos -en vez de atribuirlo a la ley de la herencia como excusa para nuestros malos hábitos, deberíamos tratar de vencer esos malos hábitos y substituirlos por el culto de las virtudes, lo que redundará en nuestro bien.
El ser humano es esencialmente un espíritu que ha venido equipado con una naturaleza mental y moral que es suya en absoluto, tomando de sus padres sólo los materiales necesarios para formar su cuerpo físico. La herencia no es verdadera sino en lo tocante a los materiales del cuerpo denso, pero no en lo referente a las cualidades anímicas, que son completamente individuales y el Ego que renace hace cierta suma de trabajo en su cuerpo denso, incorporándose a él la quintaesencia de sus cualidades físicas pasadas. Ningún cuerpo es una mezcla exacta de las cualidades de los padres, aunque el Ego se ve limitado a utilizar los materiales que puede extraer del cuerpo del padre o de la madre. De ahí que un músico encarne donde pueda obtener el material requerido para formar una mano ágil y un oído delicado, con sus sensitivas fibras de Corti y el ajuste correcto de los tres canales semicirculares. El arreglo de estos materiales está, sin embargo, bajo el control del Ego, hasta el punto citado.
En el feto, en la parte inferior de la garganta, justamente encima del esternón, existe una glándula llamada Timo, que es muchísimo más grande durante el periodo de la gestación y que en forma gradual se va atrofiando conforme crece el niño y desaparece casi por completo al llegar a eso de los l4 años, a menudo cuando los huesos han sido debidamente formados. La Ciencia ha estado muy intrigada en lo concerniente a la utilidad de dicha glándula, y se han expuesto varias teorías al respecto. Entre esas teorías está la que afirma que el Timo suministra el material necesario para la formación de los corpúsculos rojos de la sangre, hasta que los huesos han quedado debidamente formados en el niño, de manera que él mismo pueda fabricar sus propios corpúsculos. Esa teoría es la correcta.
Durante sus primeros años, el Ego que posee el cuerpo infantil no se encuentra en plena posesión del mismo, y reconocernos que el niño no es responsable por las cosas que hace, por lo menos antes de los siete años y quizás hasta los catorce. Durante ese período el niño no tiene responsabilidad legal por sus actos; y así debe ser, porque el Ego, que mora en la sangre, sólo puede actuar adecuadamente en sangre de su propia creación, de manera que en el cuerpo infantil, en el que la sangre es la suministrada por los propios padres mediante la glándula Timo, el niño en realidad no es dueño de sí mismo.
Por este motivo también los niños no hablan de sí mismos gran cosa como "yo", sino que se identifican con su familia: son "el nene de mamá, o la nena de papá". Las criaturas dicen más bien "María quiere esto" o "Juanito quiere aquello"; pero tan pronto como han alcanzado la edad de la pubertad y han comenzado a generar sus propios corpúsculos sanguíneos, comenzamos a oír en forma terminante: "Yo haré esto', "Yo quiero aquello". Desde ese momento comienzan a afirmar su propia individualidad y a separarse des u familia. En conclusión, podemos deducir que la sangre y el cuerpo, durante los años de la infancia, se heredan de los padres, por cuyo motivo la tendencia a ciertas enfermedades también va con la sangre; no la enfermedad misma, sino la tendencia. Pero después de los l4 años, cuando el Ego interno ha comenzado a generar sus propios corpúsculos sanguíneos, dependerá grandemente de la persona misma que esas tendencias sigan siendo o no manifiestas en su vida.
CAUSAS Y EFECTOS DE LAS ENFERMEDADES
INFORMACIÓN EXTRAÍDA DE LOS PRINCIPIOS OCULTOS DE LA SALUD Y CURACIÓN, SEGUNDA PARTE, CAPÍTULOS IV, V, VI Y VII
POR: MAX HEINDEL
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