Esta mañana mi hijo ha encendido la luz en pleno día. He pensado: le diré que la apague porque no quiero malgastar energía. A continuación he observado este pensamiento, y he visto claro lo siguiente:
Creo que los recursos son limitados.
Quiero creer en la abundancia ilimitada de recursos y reflejarlo en mi vida.
Con la luz encendida, he hecho el ejercicio habitual:
1. Me centro en lo que siento, en este caso: dolor en la espalda, preocupación, y otra serie de sensaciones desagradables que no sabría describir.
2. Me relajo, respiro profundamente y espero.
De repente, mi hijo ha apagado la luz, así que se me ha terminado la tarea. Hasta la próxima vez que me preocupe por el medio ambiente, que probablemente sea cuando bañe a los niños.
Lo que comprendo totalmente es que al gastar consumimos. Cierto. Pero no debemos olvidar que al desear generamos más de lo deseado. Ahorrar no sirve para tener más, sino para no gastar lo que se tiene.
Para tener más hay que desear más y confiar en que se obtendrá lo deseado.
Además, si se ahorra cuando se desea gastar, se bloquea el flujo del deseo, y la sensación es de frustración y los consecuentes problemas psicológicos y físicos que de ella se derivan.
Ante la preocupación por la carencia de recursos, hay que recordar que lo que experimentamos es un reflejo de un punto por el que está pasando la conciencia. Si no damos vueltas a la preocupación, nos centramos en lo que estamos sintiendo, nos relajamos y esperamos, despejamos esa limitación y nos sentimos mejor. Y la realidad exterior refleja esa realidad interior con más recursos.
Escrito en felicidad « WordPress.com Tag Feed
No hay comentarios:
Publicar un comentario