"Los progresos que hay que hacer son infinitos". -Francisco Varela.
"Erarre humanum est" (Es propio a la naturaleza humana equivocarse). -Seneca el joven.
Desde la perspectiva del proceso, no sólo lo que nos parece terminado, perfecto o pleno, tiene valor. Existe siempre la oportunidad única de valorar también aquellos aspectos que no están aún acabados, o aquellos aspectos por los cuales no nos sentimos plenos. Además, si somos rigurosos, ¿es posible decir con certeza que en la experiencia existe algo completamente perfecto? Probablemente no.
De aquello que aún no esta terminado, de aquellos aspectos que consideramos por desarrollar y que necesitan un tiempo de maduración, así como también aquellas cosas que consideramos nuestros defectos, errores y dificultades, podemos elegir cultivar una actitud amable y apreciativa.
Adoptar una perspectiva compasiva hacia nosotros mismos, tal cual somos, valorando nuestras propias imperfecciones, no es sinónimo de ser negligentes o descuidados, sino que significa reconocer que estamos y somos un proyecto de vida que está en desarrollo, jamás terminado. En cada uno de nosotros hay espacio para aprender del error y para lo novedoso. Aquello que llamamos dificultades o aspectos imperfectos en nosotros, son precisamente los aspectos de los cuales podemos aprender y crecer. Si ya hubiésemos alcanzado algo así como un estado de perfección ¿tendríamos acaso espacio para aprender o descubrir algo nuevo?
Opuesto a la aceptación compasiva de nuestras imperfecciones, está la creencia de que debemos aspirar al ideal de la perfección, sostenida por la idea de que para ser felices debemos alcanzar un grado de desarrollo en nosotros mismos que es diferente al que tenemos en el momento presente. Esto nos hace vivir desde la sensación de que sólo seremos felices en un futuro indeterminado, cuando se alcance lo que no tenemos hoy, es decir, cuando tengamos más dinero, más amigos, una nueva pareja o trabajo, o cuando nos hayamos desarrollado intelectual o personalmente lo suficiente. Por paradójico que parezca, esta aspiración a la felicidad en un futuro incierto puede esclavizarnos más que liberarnos, puede ser más un obstáculo para alcanzar la felicidad y bienestar que algo que nos acerque, ya la felicidad y la plenitud están, en última instancia, en el momento presente.
Poder abrirnos a reconocer y aceptar nuestras imperfecciones nos libera de las exigencias de la perfección, nos permite abrirnos a prestarle atención y descubrir quienes ya somos, de manera íntima, más allá de los propios juicios. Nos abre las puertas a poder mirarnos con claridad y afecto, tanto en aquellos aspectos que nos gustan como en los que no nos agradan.
Además, reconocer nuestra imperfección nos ayuda a mirar con comprensión y compasión a quienes nos rodean. La conciencia sobre nuestras propias dificultades pueden ayudarnos a no juzgar apresuradamente a otros, y a empatizar y comprender su situación, conectándonos con nuestra humanidad compartida. Si creemos tener la razón o si juzgamos a otros como si nosotros estuviéramos libres de cometer errores, es mucho más fácil adoptar una actitud arrogante y de poca apertura hacia los demás, mientras que si asumimos nuestras propias imperfecciones y aprendemos a relacionarnos con ellas de un modo amable, ojalá con sentido del humor, podemos ser mucho más humildes y afectuosos con quienes nos rodean. Cuando aceptamos con nuestra naturaleza imperfecta, y nos relacionamos con nosotros mismos desde una actitud menos crítica y exigente, se vuelve natural comprender
las dificultades y errores de los otros.
Reconocernos como imperfectos no significa que sólo estemos centrados en los aspectos negativos, también desde la imperfección podemos apreciar lo que ya está bien, aquello que nos gusta y valoramos de nosotros mismos. Podemos no imponer las exigencias de perfección a lo que está ocurriendo, para así tener la posibilidad de abrirnos a disfrutar lo que sea que esté ocurriendo. No hay duda de que en esto tenemos mucho que aprender de los niños, quienes cuando pequeños disfrutan del juego porque sí, y habitualmente no están juzgando a los otros y ni a sí mismos. Esta capacidad de no buscar la perfeccion y de disfrutar es un aprendizaje que podemos ir cultivando y practicando. Quizás el primer paso sea descansar del anhelo de perfección y valorar la imperfección.
VÍA POR UN BUEN CAMINO
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