Me consta que el cielo está a favor del amor. Por eso estoy segura que todo lo que parta de una petición sincera y auténtica del corazón será atendido por él. No hay tiempo, no hay espacio ni lugar concreto para la respuesta pero mi confianza está puesta en su disponibilidad en exclusiva para el amor.
Me comentaba un amigo la constancia a la que él había sometido sus peticiones durante años sin desfallecer. Con el mar en contra, con las fuerzas desatinadas hacia el lado contrario, con las posibilidades nulas de alcanzar su reclamo…y sin aflojar ni un solo día la perseverancia sobre lo que anhelaba. Cada mañana, cada noche…entre la soledad y el silencio, en el bullicio y la compañía, siempre atento a seguir queriendo lo mismo.
Creo que la intención valiosa de pedirlo desde el centro del altar divino de nuestro pecho es suficiente para lograrlo. Hay que saber esperar, dejar hacer al universo y que las coordenadas coincidan para que se ordene la vida en torno a lo que se pide.
Puede que todo parezca imposible, que incluso lo que deseemos esté lejos de nuestra presencia y nuestras posibilidades, que lo que de verdad nos conmueve sea de otro… puede que la vida nos diga no una y otra vez, pero sabemos que llegará. Porque ni la vida siquiera está libre del poder de la intención y es seguro que la fuerza de ésta es tan poderosa que el puzle se recompone para que las piezas terminen encajando.
No hemos de caer en el cansancio, ni en la rutina de la desesperación del reloj que no avanza a nuestro gusto. Hay que dejar fluir, libre y silenciosamente. Dejar hacer al cosmos que nos cobija para que se alinee con nuestra sagrada petición y estar dispuestos a recibir en cualquier momento. Porque así suele llegar, sin sentir, sin pedirte permiso…arrasando a veces, llamando tímida a nuestra puerta, otras.
Estemos preparados para dar la bienvenida a nuestra petición cumplida, seamos inmensamente agradecidos por ello y multipliquemos el efecto gratificante de haber sido atendidos regalando nuestra emoción a otros, que incrédulos, no se atreven a pedir.
Mi amigo alcanzó la suya que de no haber creído en ella no hubiese pasado de ser un imposible más.
VÍA MIRAR LO QUE NO SE VE
Me comentaba un amigo la constancia a la que él había sometido sus peticiones durante años sin desfallecer. Con el mar en contra, con las fuerzas desatinadas hacia el lado contrario, con las posibilidades nulas de alcanzar su reclamo…y sin aflojar ni un solo día la perseverancia sobre lo que anhelaba. Cada mañana, cada noche…entre la soledad y el silencio, en el bullicio y la compañía, siempre atento a seguir queriendo lo mismo.
Creo que la intención valiosa de pedirlo desde el centro del altar divino de nuestro pecho es suficiente para lograrlo. Hay que saber esperar, dejar hacer al universo y que las coordenadas coincidan para que se ordene la vida en torno a lo que se pide.
Puede que todo parezca imposible, que incluso lo que deseemos esté lejos de nuestra presencia y nuestras posibilidades, que lo que de verdad nos conmueve sea de otro… puede que la vida nos diga no una y otra vez, pero sabemos que llegará. Porque ni la vida siquiera está libre del poder de la intención y es seguro que la fuerza de ésta es tan poderosa que el puzle se recompone para que las piezas terminen encajando.
No hemos de caer en el cansancio, ni en la rutina de la desesperación del reloj que no avanza a nuestro gusto. Hay que dejar fluir, libre y silenciosamente. Dejar hacer al cosmos que nos cobija para que se alinee con nuestra sagrada petición y estar dispuestos a recibir en cualquier momento. Porque así suele llegar, sin sentir, sin pedirte permiso…arrasando a veces, llamando tímida a nuestra puerta, otras.
Estemos preparados para dar la bienvenida a nuestra petición cumplida, seamos inmensamente agradecidos por ello y multipliquemos el efecto gratificante de haber sido atendidos regalando nuestra emoción a otros, que incrédulos, no se atreven a pedir.
Mi amigo alcanzó la suya que de no haber creído en ella no hubiese pasado de ser un imposible más.
VÍA MIRAR LO QUE NO SE VE
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