En estos últimos quince días se han sucedido un buen número de accidentes en diferentes personas del entorno cercano, o en sus familiares y amigos. Pero también tengo constancia de muchos enfrentamientos con viejas amistades, incomprensiones y malos entendidos, arrogancias y deseos de pasar factura por viejas cuentas pendientes. No parece fácil de asimilar una situación en que alguien a quien consideras tu amigo te llama para acusarte de haber hablado mal de él, o haber alterado su relación por ciertos comentarios que sabes que no has hecho. Encima la cosa se complica porque en mi caso son terapeutas con experiencia, que comúnmente no suelen proyectar fuera las situaciones alteradas que les toca vivir. Es decir que como siempre sigo jugando un papel arquetípico que desmonta la razón.
Pero cuando la cabeza de turco merece la pena, entonces ¡al carajo las terapias y las recapitulaciones! Porque lo importante es que este tipo de actitudes no tienen solución en el mismo nivel en que han sido creadas. Si entras en el juego de defenderte o de atacar malo y, si pasas de todo y sólo te ríes, a veces peor. Cuando expresas tu sentimiento actual de amistad sin entrar en el juego, e incluso tus proyectos compartidos para demostrar que eso no es cierto, y que quizás se deba a erróneas interpretaciones de un humor personal un tanto caustico a veces, te queda siempre el mal sabor de boca de que todo es inútil. Parece que las palabras no sirven de mucho cuando ya alguien ha traspasado la barrera de la desconfianza.
Entonces sólo cabe la sonrisa, la comprensión de que antes o después hay que acabar con la imagen del que has considerado tu maestro para crecer, y que este proceso es para el mayor bien de cada uno de los implicados. Y ¿cómo se consigue esta actitud, sin que se te estropee el estómago? Es una pregunta que me hacen siempre cuando salgo siempre flotando de los charcos que me llegan tras las mil y una tormentas de la vida. Primero la comprensión de que las crisis son necesarias para crecer. Después la confianza en el espíritu, que siempre escribe recto con renglones torcidos, como se dice. Y también la conciencia del ser, sintiendo la unidad de todo y descansando en tu centro.
Pero todo esto sería aún difícil si los ojos brillantes del amor no te dejaran claro cada día que todo esto es un juego de rol, y que finalmente la luz brilla detrás de todos los corazones. Además el tiempo lo cura todo, y antes o después lo que se ha separado vuelve a encontrarse a otro nivel, una vez resueltas las diferencias. Y mientras tanto a seguir haciendo lo que consideras tu camino con la mayor impecabilidad posible, a seguir danzando y sudando, a seguir amando y creando, a seguir viviendo aventuras y a disfrutar con los buenos guerreros y guerreras que te acompañan, sólo durante un trecho, en la ruta de la vida.
MIYO
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