miércoles, 7 de septiembre de 2011

ABAKUÁ : EL CULTO MALDITO...☼



Santeros, paleros, babalaos, espiritistas, y demás personajes que engloban la sincrética religión afrocubana coinciden en su respeto y temor hacia una sociedad secreta que, originada en los esclavos negros arrancados de Africa durante el siglo XV, ha persistido hasta nuestros días. Un culto más temido que el vodú, más rígido que el Palo Mayombe, más sangriento que el Candomblé, más estricto que la Santería… el culto Abakua. Mundo Misterioso ha viajado hasta el corazón de Cuba para informar en primicia sobre esta inquietante sociedad secreta. “No debéis meteros en ese tema, si os interesa la religión hay muchas menos peligrosas para conocer. Los abakua son muy estrictos, y no tienen reparos en matar a quien los ofende”. Quien esto nos advertía era Esteban, un respetado babalao de Guanabacoa.

“Los abakua son hombres muy hombres, y a veces tienen que demostrar su hombría matando. Además no les gustan los blancos, y menos españoles”. Esta nueva advertencia nos la hacía Rosa, una veterana santera de Trinidad.

“Aquí siempre se ha dicho que los abakua sacrificaban niños en algunos de sus rituales. Y la verdad es que, cuando se acercaban las fechas de sus celebraciones, aquí desaparecían muchos niños…”. Tan grave acusación nos llegaba de Gonzalo, un aséptico anticuario de un pueblo a 300 kilómetros de La Habana.

“Yo soy abakua, y sé que si alguien me ofende o me hiere tendré que matarlo. Sólo así los abakuas limpiamos nuestro honor”. Esta afirmación nos la hacía León, un joven negro de 2 metros, amigo y “hermano” cuya ayuda fue inestimable en nuestra investigación.

De todos los cultos y credos de origen africano que conviven en el Caribe: Santería,Vodú, Candomblé, Regla de Ocha, Palo Monte, etc, ninguno permanece tan secreto e inescrutable como la Sociedad Secreta Abakua o Ñañiguismo. Y ningún hechicero, brujo o chamán es tan temido y respetado como el abakua o ñáñigo.

Natalia Bolivar, prestigiosa investigadora cubana, autora del famoso estudio Los Orishas en Cuba escribía recientemente: “No pocos etnólogos y folkloristas cubanos y de otras latitudes han sentido alguna vez la compulsión de adentrarse en las prácticas y concepciones sacromágicas de la hermética y excluyente Sociedad Secreta Abakua, atípica respecto a otros exponentes de la religiosidad popular afrocubana en más de un sentido”. Y dice bien, ya que son muchas las diferencias entre el enigmático ñañiguismo y las demás religiones afrocaribeñas. Diferencias que se remontan al mismo origen histórico de los abakuas.

Un misterio que llegó de África
Hacia 1501 Portugal se convirtió en el primer importador de esclavos negros arrancados de sus países de origen en Africa, y vendidos como animales en el Nuevo Continente. Hombres, mujeres y niños de Nigeria, Costa de Marfil, la Cuenca del Congo, Senegal, Guinea Francesa, Dahomey, etc, fueron capturados y conducidos a países como Cuba, para ser vendidos como mano de obra a los civilizados hombres blancos.

Componentes de tribus tan diferentes como los ashanti, fanti, mina, mondongo,bangueda, mucaya, bisongo, motembo, mayombe, mani, kono, bámbara omandinga, entre otras muchas, eran entremezclados y desnacionalizados, pasando a convertirse simplemente en “negros”, sin importar su rango social, tribu o nación de origen en África. Lacayos bámbara, guerreros congos, princesas lucumís… todos “disfrutaban” de un “socialismo” que los igualaba como individuos con las mismas obligaciones, todas, e idénticos derechos… ninguno.

Sin embargo todas esas tribus se llevaron consigo sus cultos y religiones ancestrales en las bodegas de los barcos negreros. Una vez llegados a su nuevo y triste destino, los esclavos se vieron obligados a sincretizar los dioses de sus panteones africanos con los personajes del santoral católico, para así, disfrazando a los orishas con identidades cristianas poder adorarlos. Así, Changó se sincretizó con Santa Bárbara, Yemanya con la Virgen de Regla , Ochun con la Virgen de la Caridad,Aggayú Solá con San Cristobal, Eleggua con el Niño de Atocha, etc. Y poco a poco el sincretismo católico fue fagozitando las originales tradiciones africanas.

Sin embargo un grupo de esclavos, provenientes de la región de Calabar (entre Camerún y el margen oriental del río Níger), especialmente indómitos y valerosos, portaban una religión especialmente estricta y radical; el ñañiguismo. Un ejemplo bastante elocuente de la crudeza de sus ritos iniciáticos en Africa era la costumbre de afilarse y partirse los dientes usando limas, martillos y cinceles. El rito de afilarse los incisivos en forma de V, usando limas triangulares o simplemente a golpe de martillo producía un dolor insufrible que, no obstante, los guerreros abakuas soportaban sin un solo lamento.

Lo mismo ocurría con los “rayamientos” (heridas que se hacían durante la iniciación en distintas partes del cuerpo), así como la mutilación de otras partes como seña de identidad tribal. Como apunta sabiamente el historiador cubano Enrique Sosa “estas costumbres -cicatrización y mutilación- no supervivieron en Cuba, y otras, como la antropofágia practicada por algunos grupos étnicos, sólo se conservaron bajo la custodia del recuerdo”. Los sacrificios humanos, y la antropofágia ritual, practicada en muchas tribus africanas incluidas tribus carabalíes, influyó sin duda en el terror y respeto que han inspirado e inspiran las sociedades abakua en Cuba.

Pero el origen exacto del credo ñáñigo hay que buscarlo en la leyenda mística que originó el misterio más celosamente guardado por los abakuas, llamada Sikanekue. La Sikanekue relata la historia de la bella princesa Sikán, hija del rey del pueblo Efor, quien cierto día se acercó al río para buscar agua en su calabacín. Cuando lo llenaba, accidentalmente atrapó y dio muerte al pez sagrado Tanze, voz de Abasí (la Deidad Suprema), y portador del Gran Misterio. Como castigo por su profanación, Sikán fue sacrificada ritualmente, y con su piel se cubrió el primer tambor sagrado (Ekwé), que solo podían ver unos pocos escogidos. A través del toque del sagradoEkwé habla el mismísimo Abasí para trasmitir a los iniciados Abakua el Gran Misterio. A partir de entonces el Ekwé habría de ser periódicamente “alimentado”, regándolo con sangre humana (generalmente de guerreros congos) sacrificados por los temibles y legendarios “hombres-leopardo” africanos en sus escalofriantes ritos abakua.

Por su dureza y fiereza, no es de extrañar que los guerreros abakua capturados como esclavos y vendidos en Cuba con frecuencia escapasen de las plantacioes huyendo a los montes para vivir como en las selvas de África, llegando a veces a asesinar a sus amos blancos. Eran los cimarrones, negros rebeldes ocultos en las selvas y montes cubanos, que mantuvieron intactos los ritos y mitos ñáñigos traídos desde las tierras africanas, sin intoxicaciones católicas.

Sin embargo otros muchos abakua, que continuaban como esclavos, tampoco renunciaron a su milenaria religión, y estructuraron las bases de la sociedad secretañáñiga que mantenían en el más sepulcral secreto, oculta al hombre blanco.

El odio, la frustración y la rabia contenidas entre los grilletes de esclavo, canalizaban la energía de los negros abakua en pruebas iniciáticas de gran crueldad y dureza. Y no es de extrañar que los cronistas de la época atribuyesen a los ñáñigos todo tipo de crímenes y pruebas sangrientas. En una noticia publicada el 10 de marzo de 1812 en el periódico El Popular se afirmaba que la iniciación ñáñiga consistía en demostrar el valor matando a un semejante. Popularmente se suponía que ese asesinato tenía más valor si era el de un blanco, y mejor aún si era un español -copartícipe de la esclavitud en Cuba-. En otro artículo de prensa, esta vez publicado en 1898 en El Figaro, se aseguraba que ningún negro o mulato podía ingresar en el ñañiguismo sin prestar el juramento de odio a la raza blanca. Y si algún blanco intentaba ingresar en Abakua, antes debería renegar de su raza jurando odiarla a muerte…

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