jueves, 4 de mayo de 2017

LA DIETA DEL PLACER...VIVI CERVERA



En su libro ‘Ilusiones’, Richard Bach relata la historia de un ‘Mesías contemporáneo’, mecánico de profesión, que en una de sus charlas ante el sinnúmero de personas que se aglomeraban a escucharlo, les preguntó si el ser humano por obedecer a Dios debía soportar lo que El le ordenara, sin importar si se trata de tolerar malos tratos, torturas, vivir en las llamas del infierno, o cosas peores. La multitud sin vacilar respondió que sí, que el ser humano debía acatar las órdenes de Dios aunque esto supusiera el peor de los suplicios. Y el Mesías preguntó nuevamente algo que ninguno de ellos pudo contestar: Entonces si Dios les ordenara que fueran felices ¿Lo serían?

Creo que el ser humano lleva en su interior una relación de amor/odio con el placer; por un lado siente la necesidad de experimentar sensaciones agradables y por el otro, una gran dosis de culpa por no ser lo suficientemente merecedora/or de todo aquello que pueda hacerle sentir la satisfacción de ser quien es

de reír, de ganar, de estar aquí ahora. Esta ambivalencia, esta relación contradictoria se hace presente en todos los ámbitos de la vida y es la causa de la autocrítica, del auto castigo al que el ser ha sometido su cuerpo físico por mucho tiempo. El concepto de que el placer es símbolo de gula, lujuria, avaricia o envidia ha adquirido mayor relevancia en la conciencia gracias a que en esa forma, algunas organizaciones encuentran clientes potenciales para sus productos, visitantes asiduos en sus sitios y feligreses arrepentidos en sus salones. En el contexto al que me refiero, se ha relacionado la palabra ‘pecado’ con el hecho de sentir placer, agrado, satisfacción o felicidad por realizar actividades que el común de la gente rechaza y una de ellas es la de comer sintiendo plenitud; has escuchado muchas veces que las personas dicen: ‘hoy cometí un pecadito’ por hacer referencia a un simple helado! De ese placer que te has negado tantas veces es que trata este escrito.


Voy a darte un ejemplo de cómo se sienta a la mesa el humano promedio en diversas circunstancias y en qué forma esto afecta su vida en general:


En el primer caso es posible que se siente a la mesa con una comida simple muy dietética que le permite sentir que hace lo correcto aunque lo que desee comer sea algo más exquisito. El sentimiento que prevalece es el deseo no satisfecho de consumir lo que realmente anhela su cuerpo. Resultado: insatisfacción, anhelo de lo que no puede tener.


En el segundo caso, la persona hace una excepción y se sienta frente a una comida exquisita, rica en grasas y azúcares, con lo cual se permitirá sentir que puede disfrutar ocasionalmente de estas delicias. El sentimiento que prevalece después de comer es la autocrítica.


Resultado: culpabilidad por haber comido demasiado.


Casi siempre te mueves entre estos dos casos anteriores y la mejor manera de enfrentar el miedo a comer consiste en regalarte un tiempo para amarte aunque engordes, sí leíste bien, aunque engordes; enfrentar el miedo consiste en comprender que así como conoces personas gordas que enferman, también conoces personas muy delgadas que han fallecido. Podrías ahora hablarme de estadísticas y de lo que se dice acerca de las personas que están gordas, pero yo te respondería que si existiera una, tan sólo una solución para adelgazar sin recurrir a la sanación interior, entonces valdría la pena intentarlo. El autoengaño comienza cuando crees que por estar gorda enfermarás, pero no piensas que también puede enfermarte el hecho de comer sin satisfacción o con culpa, de ese modo crees que privándote de ciertos alimentos estarás mejorando tu salud, cuando es importante para ti recordar que mientras tengas que usar la fuerza de voluntad contra algo, muchas más resistencias crearás respecto de ese algo. La resistencia a fluir con tu cuerpo tal y como es, evitará a toda costa que reduzcas tu talla, la resistencia es enemiga de la autoaceptación y esto último es lo que necesitas para ser feliz en este espacio del ahora.

VIVI CERVERA

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